sábado, 10 de julio de 2010

EL CORONEL KINGSTON Y LOS PATRICIOS


En la segunda invasión inglesa, al igual que en la anterior, el pueblo de Buenos Aires se defendió heroicamente desde las ventanas y azoteas de las casas, infligiendo serias bajas a los invasores que, después de luchar sin esperanzas, debieron parlamentar y embarcarse nuevamente en su flota, para regresar a la isla lejana con la convicción de que esta gran aldea colonial de calles polvorientas y veredas altas era inconquistable.
En esos días los hospitales estaban repletos de heridos de ambos bandos y el Virrey Liniers los recorría preocupándose por igual del estado de sus hombres y de los ingleses.
En una de sus visitas, el Coronel Kingston, que se hallaba próximo a la muerte, le preguntó haciendo un esfuerzo:
- General ¿Quiénes son unos soldados de porte altivo que visten de azul y blanco y ciñen al cuerpo airosa faja?
- Los Patricios – le respondió con simpatía Liniers.
- Batiéndome con ellos fui herido y me complace reconocer que jamás un militar pundonoroso pudo hallar más dignos y valientes enemigos. ¿Seríais tan generoso caballero, que concedierais un preciado don a un enemigo desgraciado?
- Concedido, Coronel, si está en mis manos poder hacerlo.
- Pues bien; permitid a que se me entierre en el cuartel de esos patricios, moriré feliz sabiendo que voy a dormir mi último sueño bajo la protección de esos valientes.
Así fueron de hidalgos y valientes los adversarios de esa época. Gloriosa época, en que si se hubiera hecho un verso por cada acto heroico, nuestra historia estaría escrita en estrofas.
Fuente: Juan Román Silveyra, Anecdotario Histórico Militar, Ediciones Argentinas Brunetti.

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