domingo, 31 de enero de 2016

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL TENIENTE GENERAL JUAN ESTEBAN PEDERNERA

El 1 de febrero de 1886 fallece el Teniente General Juan Esteban Pedernera. Nacido en la Provincia de San Luis en 1796, formó parte del Ejército de los Andes, que restauró la libertad de Chile. Se halló en la toma de la ciudad de Lima, el 9 de julio de 1821; en el combate de Miranave, el 16 de febrero de 1825 recibió dos heridas graves. Restablecido, tomó parte de luchas internas en la Argentina, sirviendo a las órdenes del General José M. Paz contra los caudillos federales Bustos y Quiroga. Una vez preso Paz, emigró a Bolivia y luego al Perú. Regresó al país luego de la Batalla de Caseros.
Juan Esteban Pedernera nació en San José del Morro, hijo de Juan Esteban de Quiroga y Dominga Pedernera y Calderón.
En 1815 se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo de José de San Martín, con el que cruzó los Andes y actuó en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Bajo las órdenes de Marcos Balcarce participó en la segunda campaña al sur de Chile, combatiendo en la batalla de Bío Bío.
Hizo también la campaña del Perú, donde cayó en manos de los españoles y fue liberado en el Callao. Participó en las Campaña de puertos Intermedios, luchando Ica, Mirave, Torata, Moquegua y Zepita. En la huida tras el fracaso de la campaña, su barco fue tomado por corsarios españoles y fue llevado prisionero a la isla de Chiloé. Escapó algún tiempo después y regresó a la Argentina hacia 1826.
Al mando de un regimiento tomó parte en la guerra del Brasil, pero sólo después de la central batalla de Ituzaingó, por lo que estuvo casi inactivo.
A su regreso, apoyó la revolución de Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego, y fue uno de sus jefes de caballería en la batalla de Navarro, en la que fue ascendido a coronel. Luego se incorporó a la división del general José María Paz en su lucha contra Juan Bautista Bustos, luchando en las batallas de San Roque, La Tablada y Oncativo como jefe de una parte importante de la caballería.
Por orden del general Paz, incorporó a su regimiento — a la fuerza — a los soldados del caudillo federal derrotado, Juan Facundo Quiroga. Comandó una campaña por la sierra cordobesa, en que capturó y ejecutó a varios caudillejos federales, como los demás jefes de la represión de la resistencia federal.
Destinado a la frontera sudeste de Córdoba, en febrero de 1831 fue sorprendido por Ángel Pacheco en Fraile Muerto. Los soldados federales incorporados a su fuerza se pasaron al enemigo al principio de la batalla, y fue completamente derrotado. Tras la captura de Paz, siguió al general Lamadrid en su retirada a Tucumán, donde fueron derrotados en la batalla de La Ciudadela. En sus memorias, Lamadrid culpó a Pedernera de esa derrota, porque una maniobra inesperada suya causó el desbande de sus tropas. Emigró a Bolivia y Perú, donde le reconocieron sus antiguos servicios.
En 1840 regresó hacia La Rioja para luchar contra el gobierno de Rosas, enviado por la comisión argentina de emigrados antirrosistas, para ser el jefe de estado mayor del caudillo local Tomás Brizuela; éste lo ascendió al grado de general. Tras algunos desencuentros con Brizuela, se unió a las fuerzas del general Lavalle. Fue el jefe de la más importante división de caballería en la batalla de Famaillá, en que los unitarios fueron completamente derrotados. Acompañó a Lavalle hasta San Salvador de Jujuy, donde éste fue muerto por una partida federal, y se encargó del mando de las tropas que huían a Bolivia, llevando también el cadáver de Lavalle. En el camino, como el cuerpo comenzara a descomponerse, ordenó descarnarlo para huir con sus huesos hasta Potosí.
Regresó al Perú, incorporándose al ejército de ese país, con el grado de general. Permaneció allí trece años.
En 1855 fue electo senador nacional por San Luis en el Congreso de Paraná. Un año más tarde fue nombrado comandante de la División de Ejército Sur, con sede en San Luis. En diciembre de 1858, al conocerse el asesinato del general Nazario Benavídez, ocupó con sus tropas la provincia de San Juan y aseguró la intervención federal a esa provincia.
En 1859 fue elegido gobernador de su provincia; se dedicó casi exclusivamente a organizar fuerzas militares para defenderse contra la agresión del Estado de Buenos Aires. Participó en la batalla de Cepeda, que obligó a Buenos Aires a unirse al resto del país, en octubre de 1859. Formó parte de la comisión que firmó el Pacto de San José de Flores con el gobierno porteño.
Poco después fue elegido para integrar la fórmula presidencial como vice de Santiago Derqui, que derrotó a la unitaria de Mariano Fragueiro y Antonino Taboada el 6 de marzo de 1859. Asumió la vicepresidencia y debió reemplazar a Derqui en varias oportunidades; especialmente cuando éste se trasladó a Córdoba a dirigir la intervención y a preparar el ejército para el nuevo enfrentamiento con Buenos Aires.
Después de la derrota de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón, en 1861, y tras la defección de Urquiza, Derqui se retiró del país, dejando una carta que fue interpretada como su renuncia. Pedernera asumió como presidente, con la intención de convencer al ex presidente de enfrentar a los porteños. Pero todo fue en vano, y tras la derrota de Cañada de Gómez, declaró caduco el gobierno de la Confederación, dejando abierto el camino de Bartolomé Mitre al poder. Había sido presidente durante 38 días.
Se retiró a la vida privada en San Luis, y falleció en Buenos Aires el 1 de febrero de 1886. Sus restos están sepultados a los pies del imponente monumento ecuestre inaugurado en 1915, y que honra su figura en la Plaza Pedernera de la localidad de Villa Mercedes, en la Provincia de San Luis.
Según Carlos Pellegrini,
"Su voz ha enmudecido, pero la fama recoge su nombre y lo inscribe en la página inmortal que recuerda el de los padres de la patria. La lápida de su sepulcro es pequeña para contener el nombre de sus campañas y de los hechos de armas donde se distinguió por su valor."
En palabras de Adolfo Saldías,
"Perteneció a una generación de bronce que dejó por herencia medio mundo redimido por la libertad. A las generaciones que se sucedan no les será dado realizar evoluciones tan estupendas en el orden del progreso humano, pero sí hacerse digna de aquéllas manteniendo vivo en su espíritu el fuego sagrado de esa tradición humanitaria y progresista."
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sábado, 30 de enero de 2016

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CORONEL RUFINO ZADO RODRÍGUEZ

Nació en la provincia de Salta en el año 1792. Muy joven, en 1812, abandonó la carrera de las letras que había abrazado y se trasladó a Buenos Aires para incorporarse en el Regimiento de Granaderos a Caballo, en calidad de soldado raso.
Su primer campaña fue en el sitio de Montevideo, a donde marchó en mayo de 1813, en uno de los escuadrones de Granaderos, bajo el mando del comandante José Matías Zapiola, recibiendo su bautismo de fuego al pie de las murallas de aquella plaza. Perteneció a los que entraron vencedores en aquella ciudad, el 23 de junio del año 1814.
Tomó parte en la campaña llevada a cabo contra Artigas, hallándose en numerosos encuentros, en los que acreditó entre sus compañeros su arrojo e inteligencia, mereciendo sucesivamente los grados de cabo, sargento y alférez, este último con fecha 20 de noviembre de 1816.
En aquel entonces se organizaba en Mendoza el Ejército de los Andes, destinado a la empresa de libertar a Chile del yugo español. Allí se congregaron los cuatro escuadrones de Granaderos a Caballo, esto es, los dos que se encontraban en la Banda Oriental y los dos que estaban en el Ejército del Alto Perú. El alférez Zado marchó con ellos a aquel destino, a formar parte de las legiones del general San Martín.
En los dos años que Zado estuvo en el campamento del Plumerillo, perteneció a la compañía del teniente Juan Lavalle.
El 17 de enero de 1817 rompía la marcha el Ejército de los Andes, para atravesar la majestuosa cordillera, en cuya tarea se suceden algunos encuentros con los destacamentos españoles. Traspuesta aquella cadena montañosa, el 12 de febrero las armas de la Patria se coronaban de laureles en la Cuesta de Chacabuco. En esta batalla Lavalle y Zado, al frente de la 2ª Compañía del 4º Escuadrón, cargaron y acuchillaron a todo un batallón de infantería realista, persiguiéndolo hasta el centro de las fuerzas enemigas.
El alférez Zado formó parte de la división de las tres armas que a las órdenes del coronel Juan Gregorio de Las Heras marchó a combatir a los españoles al sur de Chile. Se halló en las acciones de Curapaligüe, el 4 de abril y del Cerrito del Gavilán, el 5 de mayo. A mediados de este mes, el general O’Higgins, que había asumido el comando de las fuerzas que operaban en las proximidades de Talcahuano, destacó de las fuerzas a sus órdenes una división volante de 300 hombres al mando del teniente coronel Ramón Freire, con la misión de ocupar la línea de fuertes de Arauco. En este destacamento marchó el alférez Zado, al frente de 50 granaderos escogidos. En el paso del río Carampangue se produce el ataque y rendición de las fortalezas de Santa Juana de los Angeles y Nacimiento. Zado hizo prodigios de valor a la cabeza de sus valientes Granaderos, siendo uno de los oficiales que más contribuyeron a la destrucción de los realistas en el sur de Chile. Tomo parte en una serie de encuentros que se produjeron en los alrededores de la plaza de Talcahuano, especialmente los días 7 de junio, en el camino de Penco a Concepción; el 2 de julio en las afueras de las murallas de Talcahuano, bajo el mando superior del coronel Las Heras; el día 5 de este mes, a las órdenes de Lavalle, en un combate contra un pelotón realista, al que derrotaron y quitaron los materiales que conducían; el 22 del mismo en la ofensiva contra la defensa de la plaza; en los combates de Arauco y Tubul, el 12 y el 25 de setiembre. Pero de todos estos encuentros, en el que más se distinguió el alférez Zado, fue en la recuperación de Arauco, mereciendo en el parte del comandante Freire, sobre el combate del 8 de julio, figurar en la forma siguiente:
“Tengo el honor…. a V.E. como hoy a las 6 de la mañana sorprendí al enemigo pasando con el piquete de Granaderos a Caballo al mando del teniente D. José María Boyl, y alguna infantería, a la grupa, por el vado mismo por donde él tenía sus trincheras a orillas del Carampangue. A pesar del vivo fuego de fusil y cañón que empezó a hacer desde ellas, les cargó sable en mano con la mayor bizarría dicho teniente hasta el extremo de desalojarlos, y tomarles las baterías, tanto que por su intrepidez lo hirieron gravemente con tres soldados más. La primera Compañía de la División de mi mando con su capitán, D. Francisco Xavier Molina, sostuvo el fuego, en tanto que los Granaderos cargaban y hasta que se reunieron las Compañías 2ª y 3ª al mando de sus comandantes Rencoret y Tenorio, que por mi orden habían quedado a la banda del Norte, haciendo fuego para proteger el tránsito de la demás tropa. La acción fue entonces más animada; por la gravedad de las heridas de Boyl, siguieron la carga con igual valentía el teniente D. Pedro Ramos y el alférez D. Rufino Zado del mismo Regimiento de Granaderos, hasta destrozar al enemigo y perderlos en los caminos extraviados que van hacia Valdivia. Se nos unieron entonces 48 hombres de los que se le dispersaron a Cienfuegos, que muchos días ha se hallaban ocultos en el monte. Constaba la fuerza enemiga de 40 a 50 fusileros e innumerables indios armados de lanza”.
Se halló en el memorable asalto de Talcahuano, en la madrugada del 6 de diciembre de 1817, acción en la que fue derribado su caballo por un casco de metralla, distinguiéndose al lado de su compañero de proezas, el capitán Lavalle. Reconcentrado el Ejército Unido en Chimbarongo, el 12 de marzo de 1818, Zado se halló en la sorpresa de Cancha Rayada, donde conjuntamente con Lavalle, lograron sacar intacta su compañía de Granaderos, la que se incorporó al día siguiente a la división del coronel Las Heras, salvada del desastre.
En los llanos de Maipo, los Granaderos a Caballo hicieron prodigios y a la compañía que mandaba el capitán Lavalle, de la que formaba parte Zado, correspondió el honor de tomar prisionero al coronel Morgado, uno de los jefes más distinguidos del ejército español, el que quiso entregar su espada al teniente Zado, que por ser de más edad que Lavalle, creyó ser el jefe; pero aquél le indicó que tal honor correspondía a su superior jerárquico. Por su actuación, el general San Martín lo propuso para teniente graduado, lo que se le otorgó con fecha 13 de mayo de 1818, pero con antigüedad del 15 de abril. El 14 de diciembre del mismo año obtenía su baja y absoluta separación del servicio, pasando a prestar servicios al ejército de Chile. El 16 de julio del mismo año había obtenido la efectividad de teniente de Granaderos a Caballo. A las órdenes del general Balcarce actuó en el sur de Chile y se halló en la batalla de Bío-Bío, en enero de 1819.
No compartió con Lavalle la lucha de la independencia del Perú, pues Zado marchó con el 4º Escuadrón de Granaderos a la frontera, en calidad de capitán, cuando el resto del famoso cuerpo se dirigió al Norte. En los años sucesivos, Zado figuró siempre en primera línea al lado del esforzado general Ramón Freire, hasta que elevado al rango de comandante, dirigió 500 hombres de caballería cuando en 1824 los patriotas iban a terminar por fin la cruzada emancipadora, despedazando en los alrededores de la ciudad de Talca a los últimos realistas que aún pisaban el territorio de los araucanos.
En esta acción, el comandante Zado tuvo su caballo derribado por el plomo enemigo en lo más recio del combate, quedando tendido en medio de las infanterías realistas, dislocada su columna vertebral y su cuerpo horrorosamente mutilado.
Pocas horas después fue recogido por sus compañeros vencedores y saludado coronel sobre el campo de batalla. Con posterioridad, durante el gobierno de Rosas, por Orden Superior se dispuso su alta en la Plana Mayor Activa del Ejército de la Provincia de Buenos Aires en las listas de diciembre de 1841 con anterioridad al 27 de diciembre de 1840, en las que revistó durante el resto del gobierno rosista.
Largos años estuvo radicado en el pueblo de San Fernando, en Chile. Posteriormente pasó a Buenos Aires, donde solicitó el 19 de noviembre de 1857 pasar al Cuerpo de Inválidos, lo que le fue concedido el 22 de enero de 1858 con medio sueldo de teniente coronel. Aquí le sorprendió la muerte el 31 de enero de 1871. Fue alcalde, juez de paz y comandante del Batallón Cívico de San Fernando.
El 19 de noviembre de 1857 revistaba como coronel graduado de infantería de línea en el Ejército de la Provincia de Buenos Aires, en la Plana Mayor Inactiva. El 3 de noviembre de 1868 fue reconocido como “Guerrero de la Independencia”, en cumplimiento a la ley del 24 de setiembre de aquel año. En 1818 había contraído enlace en San Fernando (Chile) con Ana Josefa Munita, hija de Martín José de Munita y de María Manuela Quesada; la que falleció el 8 de marzo de 1853, en aquel pueblo.
Fuentes: www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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viernes, 29 de enero de 2016

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE PICHEUTA

El combate de Picheuta fue un enfrentamiento que tuvo lugar en el marco del Cruce de los Andes realizado por el General José de San Martín, en la ruta que pasó por Uspallata.
El combate se celebró el 24 de enero de 1817. El coronel Juan Gregorio Las Heras se encontraba acampado en Uspallata cuando recibió un aviso de que una avanzada de 14 hombres fue sorprendida en Picheuta. Marco del Pont tenía 1.000 hombres en el Valle del Aconcagua y dispuso que un destacamento de 250 hombres avanzara por el camino de Uspallata, previo pasar la cumbre, e hiciera un reconocimiento a fin de recabar noticias ciertas sobre los movimientos de las tropas sanmartinianas. La vanguardia de este grupo, compuesta por 60 hombres, era la que había sorprendido a los soldados en Picheuta. 
De los 14 soldados se salvaron algunos que llevaron la noticia a Uspallata, donde estaba Las Heras. Inmediatamente envió al mayor Enrique Martinez con un piquete de 110 Granaderos a Caballo que alcanzaron a los españoles el 25 en Los Potrerillos. Allí se peleó durante más de 2 horas debiendo los españoles repasar la cumbre de la cordillera y llevar la noticia a Los Andes.
Enterado San Martín de lo ocurrido en Picheuta y Potrerillos envió al Mayor de Ingenieros Arcos con 200 hombres a que ocupara la garganta de Acupallas y se fortificara.

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jueves, 28 de enero de 2016

EL ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL SALUDO MILITAR

He aquí una de las expresiones más vibrantes del Espíritu Militar. El saludo militar, tal como hoy lo conocemos, debe su origen a varias versiones, de las que hemos escogido las que nos han parecido más convincentes, a la luz del rigor histórico. Entre ellas, tenemos la antigua, gentil y elegante costumbre de descubrirse o sacarse el sombrero ante una dama, o una persona de mayor jerarquía o edad, gesto acompañado normalmente por una inclinación de cabeza, una reverencia o un movimiento efectuado con gracia con el cubrecabeza. Esta costumbre perduró con diversas variantes hasta nuestros días, tanto en el ámbito civil como en el militar, a través del gesto masculino de descubrirse ante las damas, las personas conocidas, o con aquellas con las que se observen especiales muestras de respeto. También está aquella otra que vincula su origen a un antiguo gesto de los caballeros del medioevo, quienes durante las justas o lances “deportivos”, o llevados a cabo para limpiar el honor de alguna ofensa, acostumbraban antes del combate a levantar la celada del yelmo para mirar a los ojos al adversario, demostrando con ello la ausencia de temor, y al mismo tiempo, infundir, a la vez que demostrarle, respeto a aquél.
En el Ejército Español, institución a la que le debemos muchos de nuestros usos y costumbres tradicionales, el saludo militar tuvo también estos orígenes, pudiéndose observar hasta pasados los mediados del siglo pasado una total falta de uniformidad en las formas de efectuarlo. Existe iconografía de diferentes aspectos, épocas y autores, que nos muestran a militares saludándose de las más diversas formas: sacándose el sombrero, llevándose solamente la mano a él, o haciendo el gesto de sacarlo, pero sin llegar a hacerlo y todo esto, indistintamente con una u otra mano, entre otras formas.
Resulta curioso que en nuestra Armada [...] hasta 1880, el uso era saludar conforme al tradicional estilo civil, es decir, descubriéndose ante el superior, reteniendo la gorra o sombrero en la mano derecha. En ese año, con el arribo del acorazado ARA Almirante Brown, los oficiales de su Plana Mayor introdujeron la costumbre de no sacarse la gorra y solamente efectuar el intento de tocar la visera, deteniendo el saludo, como se había puesto en boga en la armada inglesa. La practicidad de este saludo, especialmente a bordo, hizo que de inmediato fuese adoptado reglamentariamente. Pese a ello, hacia 1898, aún existían viejos oficiales y suboficiales que saludaban descubriéndose en lugar de efectuar la, mal llamada, venia, ya que este término significa inclinar la cabeza como saludo o requerir por este medio permiso o autorización para hacer algo.
En todos los ejércitos del mundo existe el saludo militar, teniendo diversas manifestaciones de acuerdo al país o época de que se trate o, aún, de las circunstancias políticas por las que hayan atravesado. Así, entre los más curiosos, tenemos a los países de la esfera de influencia británica, que lo hacen mostrando la palma de la mano derecha, indicando con ello, que no se esconde nada cuando se saluda al superior. La misma forma de saludo tiene el ejército francés. El ejército polaco tiene un curioso saludo en el que los dedos anular y meñique, son sujetados por el pulgar de la mano derecha, llevándose a la sien los dedos índice y mayor pegados.
Existen otros en los que el gesto del saludo va al centro de la visera, como en el ejército italiano, y otras curiosas variedades de actitudes y movimientos, con las clásicas variantes personales que siempre aportan las modalidades personales. Podrían agregarse también aquellos que, al mismo tiempo que indicar una muestra de subordinación y respeto, demostraron alguna vez una forma de simbolismo o identificación política. Así recordamos, por ejemplo, al muy conocido saludo empleado durante la 2da Guerra Mundial por el partido nazi y por aquellos militares que lo integraban o por los que, sin serlo, se veían obligados por las circunstancias a efectuarlo. También, tenemos al singular saludo efectuado por las fuerzas republicanas y las Brigadas Internacionales, durante la terrible Guerra Civil Española, consistente en llevar el puño derecho cerrado a la misma sien.
Por último, podría incluirse entre estas formas de saludo, al empleado por los Boy Scouts. Esta organización internacional a la que desde su nacimiento adhirió nuestro país, a través de su introducción por parte del perito Francisco P. Moreno, fue creada por el general inglés Lord Robert Baden Powell, luego de las experiencias que recogiera durante su participación en la Guerra Anglo Bóer, en Sudáfrica, entre 1899 y 1902. En esa ocasión, y durante el sitio de la ciudad de Mafeking, reunió a un numeroso grupo de muchachos y adolescentes, a los que organizó como mensajeros y auxiliares, instruyéndolos en técnicas de supervivencia y desenvolvimiento en la jungla y en las sabanas de esa región, teniendo su formación un gran contenido militar, al que no escapaban las formalidades disciplinarias y protocolares.
Terminada la guerra y habiendo vuelto a Gran Bretaña, decidió volcar todos sus esfuerzos a transmitir sus experiencias a los jóvenes, a través de la organización de un movimiento dedicado a ellos para que practicaran actividades educativas, recreativas y de aventura, aprovechando todas las bondades y posibilidades que brinda la naturaleza.
Una larga serie de libros y folletos escritos por él fueron dando forma al scoutismo que, entre otras formalidades, adoptó un saludo particular, consistente en tomar el dedo meñique de la mano derecha con el pulgar, manteniendo unidos y en alto, los dedos índice, mayor y anular, significando con ello que el mayor protege siempre al menor, teniendo siempre por divisa, los tres principios de todo scout: Dios, Patria y Hogar.
Volviendo al saludo militar en nuestro Ejército, y tal como citáramos lo sucedido en nuestra Armada hacia fines del siglo pasado, no existían tampoco en él formalidades estrictas para todos los movimientos y manejos de orden cerrado. Esta actividad, más bien, era empleada como complemento del orden abierto o práctica de formaciones de combate en el terreno.
En efecto, resultaba muy importante el mecanizar muchos movimientos, para que en el momento del combate, el soldado no dudara y respondiera con precisión a las órdenes que se impartieran. Baste mencionar como dato curioso que hasta que aparecieron las armas de retrocarga y más tarde las de repetición, las voces de mando para cargar, apuntar y disparar los mosquetes de una compañía, hacían falta alrededor de dieciséis voces de mando consecutivas. En consecuencia, los aspectos relacionados con la uniformidad y precisión de los detalles protocolares, tales como llevar el paso, la presentación de armas y los saludos con o sin ellas, eran relativamente secundarios, o no estaban meticulosamente reglamentados, como sí lo estaban aquellas voces y movimientos más relacionados con la actividad de combate. 
Será en las postrimerías del siglo pasado, cuando nacían tanto el moderno Ejército como la Armada, de la mano de nuevas doctrinas importadas de la vieja Europa, cuando aparece el saludo militar tal como hoy lo conocemos. No obstante ello, es curioso ver en viejas fotografías de los años '20 y '30, cómo aún se observaban costumbres personales que escapaban de las formalidades prescriptas reglamentariamente.
En nuestros días, el reglamento de Orden Cerrado precisa con todo detalle las formas y oportunidades en que debe efectuarse el saludo militar. Se realiza de subalterno a superior, devolviéndolo éste de la misma manera, comprendiendo un profundo gesto en el que, junto con el ademán, se intercambian miradas que dicen “aquí estoy”, respondidas por un “cuente conmigo”, todo en una centésima de segundo. Esto es el saludo: un mensaje de mutua confianza y correspondencia. A pesar de ello, son innumerables y tragicómicos los errores en su ejecución que hemos cometido todos los que hemos pasado por las filas del Ejército.
Hoy nos encontramos con la novedad del saludo militar ejecutado sin cubrecabeza. Sin duda, fue pensado para mayor comodidad del personal que se desempeña en lugares cubiertos, como comandos, organismos y reparticiones administrativas, donde no se usa birrete, gorra u otro tipo de cubrecabeza. Esto resulta un verdadero per saltum a múltiples planillas de sanción (por saludar sin el cubrecabeza colocado), a la vez que un aggiornamento de las costumbres militares. Conservador, el personal militar acostumbrado a largos años del saludo clásico, no termina de adoptar la nueva modalidad y aún en los sitios mencionados, resulta rara su práctica.
A pesar de ello, cuando se llega a comprender el simple gesto del saludo en su profundo y magnífico significado y simbolismo, demuestra ante los ojos de todos el testimonio de la perennidad que une a los hombres que juntos sirven a la misma bandera. Lejos de marcar una dependencia, los subordinados dan testimonio orgulloso de la importancia que el saludo tiene y representa. Se convierte en una prueba de confianza y cohesión. Es el testimonio de la certeza que el oficial, el suboficial y el soldado se manifiestan para poder contar el uno con el otro. El saludo representa de tal manera, la camaradería militar y la fraternidad entre los hombres de armas.
Cualquiera sea la forma del saludo que se emplee, lejos de indicar servilismo, siempre ha implicado un profundo significado; una correspondencia entre subordinado y superior signada por el respeto mutuo, aquella relación, en definitiva, que en palabras de Ortega y Gasset, dicen que obedecer no es aguantar. Aguantar es envilecerse. Por el contrario, obedecer es estimar al que manda y seguirlo solidarizándose con él, bajo el ondeo de su bandera.

Fuente: Mayor (R) Sergio O. H. Toyos para Diario Soldados Digital enero 2010.- 

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miércoles, 27 de enero de 2016

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL TENIENTE GENERAL NICOLÁS LEVALLE

Nació en Cicagna, Chiavari, provincia de Génova, Reino de Italia, el 6 de diciembre de 1840; siendo sus padres Lorenzo Lavalle y Benedicta Daneri (que sobrevivió a su hijo), ambos de nacionalidad italiana. A la edad de dos años vino a la República Argentina; ingresando al Ejército como aspirante el 10 de octubre de 1857 en la Academia Militar. Dos años después revista como tal en la 2º Compañía del 1er Escuadrón del Regimiento de Artillería Ligera.
Ascendió a portaestandarte de la brigada de plaza de la división de artillería, el 18 de febrero de 1859, asistiendo a la campaña de Cepeda bajo el mando directo del coronel Benito Nazar, hallándose en la batalla de aquel nombre, el 23 de octubre de igual año; y por su comportamiento en dicha campaña fue ascendido a alférez del Regimiento 1º de Artillería, el 10 de diciembre de 1859, perteneciendo al 1er escuadrón de dicho cuerpo. Se halló en el combate naval de San Nicolás, el 25 de octubre embarcado en el “Constitución” (Capitán Py), en el que sirvió como cabo de pieza; y en el sitio de Buenos Aires cubrió las calles de Potosí (actual Alsina) y Cevallos con una pieza y su dotación de artilleros.
El 31 de julio de 1861 fue ascendido a teniente 2º del mismo escuadrón, jerarquía con la cual tomó parte en la campaña de Pavón, siempre bajo el mando superior del general Mitre y el directo del coronel Nazar. Poco después pasó a prestar servicios al Batallón 4º de Infantería, cuerpo en el cual fue ascendido a teniente 1º, de la compañía de cazadores, el 27 de junio de 1862; y el 26 de noviembre del mismo año, a capitán de la 4ª compañía del batallón de referencia, con el que formó parte de la guarnición de la Frontera Norte de la provincia de Buenos Aires, con asiento en Rojas y en Junín. Permaneció en aquella línea fronteriza hasta el 19 de abril de 1865 en que marchó con su batallón a la campaña del Paraguay.
El capitán Levalle se incorporó en junio de 1865 con su batallón en Esquina, a las fuerzas destinadas a operar en el Paraguay, formando parte de la 2ª División “Buenos Aires”, interviniendo en la rendición de Uruguayana, el 18 de setiembre, por lo que fue condecorado con la medalla discernida por el Emperador del Brasil; habiendo recibido igualmente, la medalla oriental por la batalla de Yatay, librada el 17 del mes anterior. A comienzos de 1866 formaba parte de las fuerzas que se organizaban en el campamento de las Ensenaditas.
El Ejército argentino prosiguió su avance al Norte, para alistarse a invadir el territorio enemigo; asistiendo Levalle con inusitada bizarría al combate de Pehuajó o de los Corrales, el 31 de enero de 1866. En el campamento de las Ensenaditas, el 29 de marzo de este año, pasó al 2º Batallón de la División Buenos Aires mencionada, cuyo comando accidental y reorganización se le confió; cuerpo en el cual cruzó el Paraná por el Paso de la Patria, penetrando en el territorio paraguayo después de librar los combates de la Confluencia, los días 16 y 17 de abril.
Se halló en el combate de Estero Bellaco, el 2 de mayo; así como también en la sangrienta batalla de Tuyutí, el día 24 de igual mes, recibiendo los cordones de plata discernidos a los vencedores. Intervino en el combate de Boquerón, el 16 de julio y en el del Sauce, el 18 del mismo mes y año; donde recibió un balazo en una rodilla; y posteriormente, en el asalto de Curupaytí, el 22 de setiembre de 1866, por cuya participación recibió el escudo de plata otorgado por Ley a los asistentes a aquella cruenta jornada.
A principios de 1867, el general Paunero, con 4.000 hombres, debió abandonar los esteros paraguayos para ir a sofocar la rebelión que había estallado en el interior de la República Argentina; Levalle formó parte de aquella expedición, y se encontró en el combate del Portezuelo; y en la batalla de San Ignacio, el 1º de abril de 1867. Con el general Conesa tomó parte en la intervención a la provincia de Santa Fe, levantada en armas contra el gobernador Nicasio Oroño y en la sofocación de la rebelión que había estallado en Córdoba, el 19 de agosto de 1867, y que derrocó al gobernador Mateo J. Luque, encabezada por el famoso Simón Luengo, siendo repuesto a los diez días el gobernador depuesto. A principios de abril de 1868, regresó al Paraguay donde sofocó un conato de rebelión de su tropa con intrépida sangre fría.
Levalle fue promovido a sargento mayor graduado el 11 de enero de 1867, recibiendo la efectividad el 23 de abril de 1868, desempeñando (nombrado por O. G. del 10 de este último mes), las funciones de jefe accidental del batallón 5º de Infantería, cuya segundía ejercía en efectividad, cuerpo con el cual se encontró nuevamente en la álgida lucha en los esteros paraguayos, donde iba a cosechar laureles inmarcesibles que destacarían luminosamente su figura de soldado valeroso. Toma parte en los ataques a la fortaleza de Humaitá, iniciados el 15 de julio de 1868, operaciones que terminaron con la toma de aquel punto y con la rendición del jefe paraguayo, coronel Martínez, el 5 de agosto, juntamente con 1.300 hombres. Por su comportamiento en estas acciones, Levalle fue graduado teniente coronel el 15 de setiembre de 1868, grado cuya efectividad recibió el 1º de marzo de 1869, así como también, el comando en propiedad del 5º de Infantería. El 3 de agosto de 1868 se halló en el combate naval de las Canoas y otros parciales, con Rivas.
Tomó parte en la campaña de Pikiciry, a fines de 1868, interviniendo con un brillo inusitado, a la cabeza del 5º de Línea, en la segunda batalla de Itaivaté o Lomas Valentinas, el 27 de diciembre de aquel año, y en la rendición de Angostura, el 30 del mismo mes y año. Ocupada la capital paraguaya, Levalle quedó a cargo de su guarnición, hasta la terminación de la guerra. Se distinguió en la toma de Peribebuy, el 12 de agosto de 1869, y en otros encuentros postreros de tan cruenta campaña.
El teniente coronel Levalle fue herido en el combate del Sauce, el 16 de julio de 1866 y fuera de las condecoraciones que se han citado, que recibió en esta ruda campaña, deben agregarse las siguientes: medalla de honor por el asalto de Peribebuy; medalla de oro por la terminación de la campaña del Paraguay, discernida por los gobiernos argentino, oriental y brasileño y medalla de oro conferida por el mismo motivo, por la provincia de Buenos Aires.
De regreso del Paraguay, tomó parte en la campaña de Entre Ríos, realizada para sofocar el alzamiento del general López Jordán, en el año 1870, llegando a Paraná el 4 de mayo y tomando intervención en todas las acciones de guerra que se produjeron en aquella campaña. Asistió a la batalla del Sauce, el 20 de mayo de aquel año.
Cumplimentando órdenes del coronel Juan Ayala, el comandante Levalle sorprendió las fuerzas rebeldes del Diamante, el 23 de agosto de 1870, consiguiendo tomar un crecido número de prisioneros, entre éstos el doctor Juan Mantero, Ministro del gobierno de López Jordán y alguna cantidad de armamento. Permaneció en la zona de guerra hasta mayote 1871, en que regresó a Buenos Aires, pasando inmediatamente con el 5º de Infantería de guarnición al Fuerte General Paz; donde permaneció hasta que la nueva rebelión jordanista lo llamó para intervenir en la provincia de Entre Ríos. El 8 de marzo de 1872 se halló en el combate de San Carlos contra la indiada de Catriel.
El 4 de mayo de 1873 desembarca en Paraná con el 5º de Línea y combate a los 2.000 rebeldes, que a las órdenes del caudillo jordanista Exequiel Leiva acababa de poner cerco a la ciudad, obligándolos a huir, Levalle se fortificó en seguida para resistir a posibles ataques ulteriores. Efectivamente, el día 28 del mismo mes, los revolucionarios a las órdenes de Leiva, atacan violentamente la plaza, pero el jefe de la misma coronel Ayala, recibe bravamente a los asaltantes, que son rechazados, distinguiéndose el coronel Joaquín Viejobueno y el comandante Levalle en esta operación. El 26 de junio se halló en el combate de las Cuchillas. A principios de julio desembarcó con el batallón de su mando en el Diamante, derrotando y dispersando su guarnición.
El 2 de agosto del mismo año, Levalle se embarca en Paraná, en dos vapores y al día siguiente desembarca bajo el fuego de los jordanistas, en la ciudad de la Paz, de la que se posesiona después de vencer una fuerte resistencia; punto cuya defensa organizó, efectuando varias salidas en las que siempre derrotó a los rebeldes; permaneciendo allí hasta entregar la plaza a un jefe designado por Orden Superior, regresando Levalle a Paraná con los batallones 5º y 7º donde se organizaba el ejército de Gainza.
En la batalla de Don Gonzalo, librada el 9 de diciembre de 1873, el comandante Levalle fue herido pero no abandonó su batallón mientras duró la acción, en la que se distinguió por su incomparable valor, mandando la brigada compuesta por el 5º y el 7º de Infantería y 4 piezas de artillería. También se encontró en el combate del Talita, el día anterior contra la vanguardia jordanista.
Terminada la campaña regresó a Buenos Aires en julio de 1874 y con motivo de la revolución que estalló el 24 de setiembre, el teniente coronel Levalle salió a operar con el 5º de Línea, interviniendo activamente en la represión del movimiento y en la organización de las milicias de Chivilcoy y Mercedes, al Oeste y de San Vicente, al Sud y mandó la infantería del “Ejército del Oeste”; y al mando de 1.100 hombres, se incorporó a los coroneles Arias y Villegas, fuerzas que sorprendieron a los rebeldes en la jornada del 2 de diciembre en Junín, donde el general Mitre se entregó prisionero siendo ascendido Levalle a coronel “sobre el campo de batalla”, a propuesta del Ministro de la Guerra en campaña y con la fecha de aquella rendición.
Inmediatamente fue nombrado jefe de la frontera sud de Buenos Aires, con asiento en Blanca Grande y después en Fuerte Lavalle. El 14 de abril de 1876 partió de Blanca Grande en dirección a Carhué, punto, este último, que el coronel Levalle ocupó el 24 de abril de 1876, después de penosos encuentros con los salvajes, entre ellos el librado en las proximidades de la laguna de Paragüil, el 6 de marzo, en el que derrotó a la tribu de Juan José Catriel. En noviembre-diciembre del mismo año permaneció destacado en Fuerte General Paz. El 10 de enero del año siguiente atacó en sus propias tolderías de Chiloé, al cacique Namuncurá, consiguiendo el coronel Levalle matarle unos 400 indios, y obligándolo a ponerse en retirada hasta unas 20 leguas más al Oeste.
El 25 de noviembre de 1878, teniendo conocimiento de que Namuncurá se preparaba a efectuar una invasión al frente de 2.000 salvajes, el coronel Levalle salió en su busca y dio una batida general en una zona comprendida entre Guaminí, Carhué y Bahía Blanca, en sus frentes hasta el Colorado, recorriendo un trayecto de más de 250 leguas, sin dejar una sola toldería sin registrar. Se traban algunos combates y se logran muchas sorpresas, como la del 7 de diciembre, consiguiendo rescatar cautivos y haciendas productos del robo; en esta acción los indígenas tuvieron 50 muertos: 1 cacique, 3 capitanejos y 46 indios de lanza y 270 de chusma prisioneros; y todo el ganado que tenían las tribus de la Sierra de Lihué-Calel, que se componía de 1.000 vacunos, 80 caballos y 800 animales entre ovejas y cabras.
En la expedición al Río Negro, bajo el superior comando del general Roca, al año siguiente, el coronel Levalle mandó la 2º División. El 4 de setiembre de 1879 fue nombrado jefe de las fuerzas de Carhué, Puán, Guaminí, Trenque-Lauquén y Fuerte Argentino.
Acababa de llegar de Sur con aquella, cuando estalló el movimiento revolucionario del mes de junio de 1880. El día 20 de este mes, con su división, compuesta por los batallones 5º y 7º de Infantería, el Regimiento 6º de Caballería y dos piezas de montaña, con un efectivo de 650 hombres, se aproximó hasta el Puente de Barracas para efectuar un reconocimiento; empeñando a las 12 del día un violento combate contra los revolucionarios que defendían la ciudad y después de combatir hasta las cuatro y media de la tarde, el coronel Levalle se replegó sobre Lomas de Zamora por habérsele agotado las municiones. En esta acción murió violentamente el teniente coronel Apolinario de Ipola, “al pie del cañón que mandaba, casi entreverado con el enemigo”.
Por su comportamiento en esta campaña, Levalle fue promovido a coronel mayor el 9 de julio de 1880. El 20 de octubre de ese mismo año fue nombrado jefe de la 1ª División del Ejército, constituida por los cuerpos de la Capital y de la Chacarita. Al día siguiente, el Gobierno dispuso que el general José Octavio Olascoaga se hiciese cargo del mando de la línea de fronteras de la provincia, que había mandado Levalle.
Este permaneció al frente de la 1ª División, que guarnecía esta Capital hasta el 12 de octubre de 1886, fecha en que fue nombrado Ministro de Guerra y Marina; ya ostentando la jerarquía de general de división que le había sido conferida el 3 de noviembre de 1882. En los primeros meses de 1886 mandó las fuerzas del ejército que ocuparon la línea del Uruguay con motivo de la invasión de Arredondo al Estado Oriental, teniendo Levalle a sus órdenes, además, el transporte “Azopardo”.
Dejó el Ministerio el 7 de febrero de 1887 para ir a ocupar la Jefatura de E. M. G., que desempeñó hasta el 18 de abril de 1890, fecha esta última en que pasó nuevamente a ejercer el cargo de Ministro de la Guerra, que recibió el mismo día. Al producirse el movimiento revolucionario armado del 26 de julio de aquel año, Levalle obró con tal energía, que gracias a su valor y pericia, la subversión pudo ser dominada; a la cabeza de las fuerzas leales se apoderó del Parque de Artillería que se encontraba en manos de los rebeldes. Por su comportamiento en aquellas luctuosas jornadas, fue promovido a teniente general “sobre el campo de batalla”, con fecha 27 de aquel mes y año.
Continuó ejerciendo el ministerio hasta que terminó la presidencia del Dr. Carlos Pellegrini, el 12 de octubre de 1892. El 4 de noviembre del mismo año se le acordaron seis meses de licencia que se prorrogaron con otros tres más.
Con motivo de los sucesos revolucionarios de 1893, el 20 de setiembre de este año fue nombrado jefe de las fuerzas nacionales destacadas en Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja. Operó contra los sublevados que se hallaban en el Rosario.
El 11 de febrero de 1895 fue designado Presidente de la Junta Superior de Guerra hasta el 19 de mayo de 1897, en que fue nombrado por tercera vez para ejercer la cartera de Guerra y Marina, siendo el último que desempeñó el ministerio de las dos instituciones armadas. El 12 de octubre de 1898, al abandonar la presidencia el Dr. José Evaristo Uriburu, el general Levalle pasó a la “Lista de Oficiales Generales”:
El 11 de abril de 1901 se le acordó licencia para trasladarse a Europa en busca de un alivio a su salud cruelmente quebrantada, asignándosele en Acuerdo de Ministros 8.000 pesos oro sellado para atender los gastos de su cura. El 20 de abril zarpó en el vapor “Chili”, llegando a Burdeos, de donde se trasladó de inmediato a París, ingresando el 19 de mayo en la Maison de Sant Jean de Dieu, en donde fue operado al día siguiente del tumor que tenía en el labio inferior. Regresó a fines del mismo año y el 31 de diciembre era nombrado Jefe de la “Región de la Capital”. El 16 de enero de 1902 el general Levalle agradecía al ministro Riccheri su designación en los términos siguientes:
“Al contestar la nota de V. E. y manifestarle la expresión de mi profundo reconocimiento por los benévolos conceptos con que en ella me favorece, cúmpleme manifestarle, que no omitiré sacrificio alguno a fin de responder dignamente a la confianza depositada en mí, pidiéndole quiera ser intérprete de estos sentimientos acerca del Excmo. Sr. Presidente”.
Desgraciadamente la vida restante del General iba a ser breve, pues falleció en Buenos Aires el día 28 de enero de 1902, a la una y cincuenta y cinco de la tarde; decretando inmediatamente el Poder Ejecutivo bandera nacional a media asta los días 29 y 30.
Numerosos telegramas de los países de Sudamérica fueron una demostración palpable del prestigio que rodeaba a tan eminente soldado. La concurrencia a su sepelio y las numerosas notas de condolencia dirigidas a su viuda, Aurelia F. de Levalle, evidenciaron el hondo sentimiento público por su deceso.
Ostentó sobre su pecho: medalla por la toma de Corrientes; idem por la batalla de Yatay y toma de Uruguayana; cordones de Tuyutí y escudo de Curupaytí; medalla por la terminación de la guerra por la Argentina, Brasil y Uruguay y también de la provincia de Buenos Aires; y las acordadas del Río Negro y Los Andes.
Después de la revolución de 1880 con el coronel F. Bosch e Ingeniero del Parque, Sr, Nikelh, presidió la comisión que recibió el armamento y municiones pertenecientes a la provincia de Buenos Aires. El 24 de julio de 1881 fue elegido primer presidente del Círculo Militar, recientemente creado.
Levalle se casó en Buenos Aires, el 12 de mayo de 1865 con Aurelia Ferreira, porteña, de 21 años, hija de José Ferreira y Josefa Zeballa, ambos del país.
Un hijo de este matrimonio, Nicolás M. Levalle, falleció en Buenos Aires, el 21 de junio de 1888, a la edad de 29 años, ostentando la jerarquía de teniente coronel; habiendo ingresado al Colegio Militar, escalando rápidamente los grados por sus superiores méritos.

De numerosos militares argentinos quedaron gestos o expresiones que aseguraron su ingreso en la historia con recuerdos memorables.
El día 9 de diciembre de 1873 se libró, en la provincia de Entre Ríos, en las inmediaciones de un arroyo cerca de Nogoyá, la batalla que recibiera el nombre de Don Gonzalo (nombre del arroyo donde se produjo la acción) entre Unitarios y Federales. Esta tuvo por consecuencia la derrota del caudillo Ricardo López Jordán frente a las fuerzas nacionales, al mando del general Martín de Gainza.
El mayor Nicolás Levalle al mando del “5° de Fierro”, tenía orden de cargar al oponente. A punto de hacerlo, recibió la contraorden del general Gainza: Debía replegarse. Levalle la ignoró y continuó los aprestos.
El general despachó un ordenanza reiterando el parte, que el subordinado otra vez desoyó.
Impaciente, Gainza envía otro ayudante con una orden perentoria:
“Mayor Levalle, desista del ataque o le mando pegar cuatro tiros”.
Levalle vuelve a hacer oídos sordos, arremete al frente de sus hombres –eran infantes; en esa época, el jefe debía marchar montado– y recibe un disparo en la rodilla. Impávido, chorreando sangre, continúa la carga, que dura varias horas, y concluye por aplastar la resistencia de los adversarios. Al final, con el último aliento, se presentó al general Gainza:
“Señor, vengo a que me pegue los tres tiros que faltan; el cuarto me lo dieron en la batalla”.

Fuentes: Capitán Juan Norberto Rubio Larreta / Patricios de Vuelta de Obligado / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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martes, 26 de enero de 2016

EL RAID AL POLO SUR: A MEDIO SIGLO DE LA HAZAÑA

Momento histórico. La bandera argentina clavada en el Polo Sur es saludada por los integrantes de la expedición

Hace 50 años, el 10 de diciembre de 1965, una patrulla del Ejército alcanzaba el Polo Sur. El sueño del general Hernán Pujato estaba cumplido. Tras una marcha de 2980 kms que comenzó el 26 de octubre y a lo largo de 66 días, ese grupo de militares alcanzó el anhelado objetivo. “Se trataba de ocupar, dominar y administrar hasta los últimos reductos del territorio nacional”, afirmó más tarde el entonces Coronel Jorge Leal, jefe de la expedición. El Sargento Ayudante (R) Alfredo Pérez, de 84 años y uno de sus protagonistas, cuenta detalles de la proeza polar. 

El 6 de diciembre de 1964 el Sargento Alfredo Pérez, casado y con un hijo de 14 meses que apenas caminaba, subió a un avión en El Palomar con rumbo a la Base Belgrano, en la Antártida Argentina, para preparar el raid al Polo Sur. Estaba acompañado por los que serían sus compañeros de ruta, casi todos antárticos. Ricardo Ceppi, uno de los expedicionarios, lo había elegido por su entrenamiento de cinco años en el continente blanco. “Es un soldador de primera y sabe un montón de cosas”, fue el argumento para que lo liberaran de su puesto en el Registro Prendario del Automotor donde revistaba. 
Llegaron a destino. Enseguida, el segundo jefe de la Patrulla de Asalto, Capitán Gustavo Giró, partió con dos vehículos y cuatro o cinco hombres para estudiar rutas que nunca se habían hecho y planear la instalación de una base secundaria de operaciones, con víveres y combustibles, aproximadamente a los 83º latitud Sur. Antes, debieron elegir vestuario, equipos y seis tractores Sno-Cat para transportar personal, equipamiento y provisiones. 
“Cuando empezó la noche polar dejamos inaugurada la Base de Avanzada Científica Alférez de Navío Sobral. Hicimos seis viajes de ida y otros tanto de vuelta de 500 kilómetros cada uno (en total unos 7.000 kms) y llevamos más de 50 toneladas de materiales”- recuerda. La orden había sido clara: “Muchachos, acá se acabaron los francos y trabajaremos de lunes a lunes. Cuando terminemos el laburo vamos a descansar. Por ahora no nos podemos dar ese lujo, así que le vamos a dar con todo aprovechando el buen tiempo”- les dijo Giró. El resultado fue que en un verano construyeron lo que estaba previsto hacerlo en dos. Como su primera dotación dejaron al Teniente Adolfo Goetz acompañado por el Sargento Ayudante Julio Ortiz, el Sargento 1º Adolfo Moreno y el Cabo 1º Leonardo Guzmán para que hicieran meteorología, observación de auroras y otras actividades con dos vehículos. 

Difícil rescate
El 21 de septiembre con el inicio del día polar, hubo que ir a reemplazarlos. El piloto teniente Pedro Acosta se aprestó hacerlo en el avión Cessna AE-205 del Ejército y llevar a una nueva dotación a la Sobral. Despegó, llegó a destino y cumplida la misión regresó con algunos que habían estado allá. En el viaje un frente de tormenta lo obligó a aterrizar para no consumir combustible hasta que aclarase. En ese intento el patín de cola se enganchó en una pequeña pirámide de hielo y el pequeño avión se partió en dos. “La radio funcionó 10 segundos y Goetz alcanzó a decir “estamos sobre hielo de mar”, como que ya habían sobrepasado la Base. Pero, no sabíamos donde estaban. Hubo que ir a buscarlos. Fue toda una odisea encontrarlos”, relata Pérez. 
Mientras tanto, Giró había girado un radiograma a Leal donde anunciaba que la base de avanzada estaba lista y contaba con todo lo necesario para apoyar la expedición y que “demorarla un año más es contraproducente y puede constituir un fracaso porque la masa de hielo de la barrera de Filchner está en continuo movimiento y la actual ruta, reconocida y enmarcada, puede en un plazo de dos años sufrir variantes que la anulen perdiéndose los abastecimientos ya adelantados y el esfuerzo que ello significa”. Fue entonces cuando ocurrió el accidente del Cessna. Todos salieron a recorrer la costa, a tocar bocina y prender luces para que los supervivientes pudiesen ver algo. Pasó una semana y no había noticias. Cuando finalmente llegó Leal en el avión Douglas C-47 TA 05, piloteado por el comandante Mario Olezza, se lo sumó a la búsqueda. Pero surgió otro inconveniente. En el decolaje había roto el amortiguador izquierdo y en el momento del aterrizaje lo hizo con el ala de ese lado casi tocando el hielo. 
“Con Ceppi tuvimos que fabricar un compresor y le mandamos aire comprimido para levantar el aparato. Así pudieron salir”, rememora nuestro entrevistado. En el segundo día, el 4 de octubre, Leal tuvo una corazonada: “¿Por qué no los buscamos por el otro lado de la cadena montañosa que sobrevolamos ayer. A ver si cayeron ahí?. Así lo hicieron, cruzaron los montes y empezaron a abanicar la zona antes de que se acabase el combustible. A los 79º de latitud sur, finalmente los vieron.
- “Los cuatro estaban caminando y tirando de un trineo banana donde tenían la carpa y casi sin comida ni elementos para fabricar agua. Olezza hizo un vuelo rasante mientras ellos los saludaban a los saltos. Les tiraron nueve bultos con víveres y otras cosas en paracaídas y regresaron a Belgrano. A todo esto, en la base ya habían recibido y anotado el sitio donde estaban. Prepararon los vehículos y salieron. Estaban a unos 130 kilómetros. A 4 o 5 kms por hora necesitaron dos días para rescatarlos. Los encontraron y los trajeron de vuelta”- rememora


Otro incidente
Entre todos estos acontecimientos, Giró había semblanteado a cada uno. Así, eligió a los ocho que los acompañarían. El 26 de octubre salieron de Belgrano hacia Sobral para iniciar la patriada. Hasta ese momento, Pérez no iba. El plan era simple. 
“Brito, Acosta y yo salíamos con dos vehículos como apoyo por si los expedicionarios tenían algún inconveniente. Después, Goetz, Guzmán, el cocinero Alvarez y el pichón Villar, campeón argentino de esquí, montañés y que había hecho dos veces cumbre en el Aconcagua, lo habían hecho antes con los trineos de perros. Nos acompañaron hasta el kilómetro 500”. 
Las cosas andaban sobre ruedas, cuando se presentó otro imponderable: “Ya en Sobral, el santiagueño Guido Bulacio sufrió un accidente. La polea del dínamo pellizcó su guante y le llevó la mano, con tan mala suerte que se la dejó en carne viva. No se la cortó de casualidad. A los dos o tres días Leal le anunció que lo lamentaba mucho pero que no podría ser de la partida. Entonces, designó a Brito para reemplazarlo”. 
Aquí talló Giró. “Mire, mi Coronel, creo que es la oportunidad para que todos los que están aquí elijan quien quieren que vaya en lugar del herido”. La nominación no dejó dudas: ocho suboficiales se decidieron por Pérez. Con una sonrisa Pérez dice que “cambiaron a un santiagueño por uno de la provincia de Buenos Aires porque Leal era salteño; Giró y Moreno, cordobeses; Ceppi y Alfonso, santafesinos; Carrión, puntano; Ortiz, catamarqueño; Zacarías, formoseño y Rodríguez, chaqueño”. Hace un alto en el relato para referirse a Alfonso. “Un chico que arrancó como soldado. Llegó a hacer veinte invernadas siempre de a dos años. Era carpintero. Para orientarse y andar con los perros, era campeonísimo. Sabía un montón sobre la Antártida”. 

El viaje
El primer problema se presentó cuando comenzaron a subir hasta los 2000 metros. La temperatura oscilaba entre 40 y 50 grados bajo cero. Los vehículos lo hicieron sin inconvenientes - “Pero, en lugar de encontrar nieve, había hielo. Los que no aguantaron fueron los trineos de tiento y madera. Se rompieron y no teníamos donde llevar el combustible” – señala Pérez- “Cargaban 10 tambores de combustible de 200 litros; o sea, dos mil litros cada uno porque el 95% de la carga era nafta. En las trepadas los vehículos consumían tres litros por kilómetro con un promedio de otros tantos por hora. Eran muy bravas. El Polo está a 3000 metros de altura”- y continúa- “ Entonces, en una parada, armamos la carpa taller y con un tubo de oxígeno y acetileno y picos para soldar, reparamos cinco o seis trineos y los atamos con sogas y alambres. Les cargamos 200 litros de combustible y dejamos la misma cantidad para la vuelta”.
El relato sigue. Llegaron a hacer jornadas de manejo bastante largas, de 48 horas, sin comer y sin dormir. “Tomábamos mate y comíamos galletitas de agua con pate de foie, sardinas u otras cosas para untar, siempre dentro del vehículo para hacer 50 kilómetros. Bajábamos para cargar nafta y verificar cosas”. Leal no paraba de arengarlos. “Tenemos que proponernos hacer 50 kilómetros porque no sé si vamos a llegar”. Pero, la cuestión era no errarle a los lugares. Aquí, Pérez no deja de elogiar a Moreno. “Un navegante de lujo, y Carrión no se quedaba atrás. Hacía mediciones de gravimetría (comparación del valor de la gravedad en un punto con relación a otro) cada 20 kilómetros en 1500 de recorrido” – cuenta- “Parábamos y medía con el gravímetro dentro de una caja con resortes como si fuese un parachoques. La tarea a veces demandaba dos o tres horas porque se movía y no podía regularlo. Lo teníamos que acuñar para que no se moviera y colocar un vehículo contra el viento para que no afectase la medición. Algo muy peligroso, por la maniobras de desenganche y movimiento. Un trabajo muy bien hecho, a conciencia. Tanto fue así que cuando se enteró el jefe científico de la Base Polo los felicitó a ambos y preguntó qué premio habíamos tenido por eso”, sonríe.
Las grietas a veces cubiertas a veces por débiles capas de nieve estuvieron a punto de tragarse a algunos de los Sno-Cat y los filos de los sastrugis (superficies nevadas modeladas por surcos agudos e irregulares por la erosión del viento) obligaban pasarlos lentamente. En la meseta polar los temporales los inmovilizaron. “Estamos detenidos perdiendo precioso tiempo consumiendo víveres y combustible que tenemos tan medidos”, registró Leal en su diario en ese tiempo.
Finalmente, el 10 de diciembre, el Coronel bajó del tractor Salta y plantó la bandera argentina. Habían pasado 45 días. El 15 emprendieron el regreso.
Cuando llegaron a la capital noticias de que la meta había sido lograda, el presidente de la Nación, doctor Arturo Illia, ordenó el ascenso inmediato de todos los integrantes de la expedición. “Pero nunca llegó la orden que nosotros dábamos como un hecho, y no pudimos ascender”, concluye Pérez. En cierta ocasión consultó con el entonces comandante en jefe del Ejército, Teniente General Pascual Pistarini, porqué no se había cumplido con ese mandato del primer magistrado. 

“Mire, como vuestra participación fue voluntaria considero que por lo tanto, no merece ningún tipo de premio”, fue la respuesta.

Fuente: Lauro Noro para Diario Soldados Digital 2015.

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lunes, 25 de enero de 2016

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL DR. BENJAMÍN VICTORICA

Benjamín Victorica nació en Buenos Aires el 14 de setiembre de 1831, siendo sus padres, Bernardo Victorica, que desempeñó la Jefatura de Policía de la provincia de Buenos Aires por espacio de diez años durante el gobierno de Rosas; y Juana Josefa Vivanco. Se educó en el Colegio de los Jesuitas y en el Colegio Republicano de Buenos Aires. Se graduó en 1849 de doctor en jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires. Su tesis versó sobre “Los efectos del bloqueo”.
De 1849 a 1851 desempeño sus funciones de Oficial de la Asesoría del Gobierno y Auditoría General de Guerra y Marina. De 1851 al 52 actuó como secretario del General en Jefe de Vanguardia, Angel Pacheco, quien lo distinguió con su absoluta confianza. Con el grado de sargento mayor participó en el combate de los campos de Alvarez, el 31 de enero y en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Después de esta batalla Urquiza lo buscó y lo llamó a su lado como colaborador. El mismo ha narrado su primer encuentro con el entrerriano, en los días que Hilario Lagos sitiaba Buenos Aires: “Fueron el general Gerónimo Costa y el doctor Baldomero García los que me introdujeron a la relación con el general Urquiza. Habían ido a San Nicolás a visitarlo, y con motivo de la activa correspondencia que con ellos mantenía y que ellos comunicaban al general, informándole de la situación en que se encontraban las fuerzas de Lagos como la de Buenos Aires y tendencias políticas respectivas, el general los recomendó me escribiesen, indicándome que saliese a recibirlo a alguna distancia de Flores, pues deseaba antes de llegar, conversar conmigo e informarme suficientemente de algunas particularidades y de todo lo que él creyese necesario. Efectivamente, salí hasta el Puente de Márquez, encontrándolo en marcha, y siguiendo con él a caballo hasta Flores; durante esa marcha nada le quedó por saber de lo que deseaba instruirse. Desde el primer momento simpaticé con él, y me pareció que logré impresionarlo favorablemente. Me trató con suma afabilidad y se interesó en intimar relación conmigo, pues durante su permanencia en Flores me obligó a frecuentarlo, invitándome muchas veces a su mesa”.
“Apóstata maldito” habíale dicho a Urquiza en 1851, y las palabras se habían vuelto contra él en aquel verano de 1852, en que junto con Miguel Navarro Viola, Juan Agustín García, Juan del Campillo y otros, redactaban el periódico crítico-burlesco El Padre Castañeta, algunas de cuyas ediciones fueron secuestradas por el gobierno liberal.
En 1853 ocupó el cargo de Administrador de la Aduana Nacional, y al año siguiente, el de Oficial Mayor del Ministerio del Interior. Federalizado el territorio de Entre Ríos, ocupó en 1855 el juzgado de la instancia en lo criminal, civil y comercial. De 1856 a 1860, fue también diputado al Congreso Federal de Paraná como representante de Entre Ríos, y el general Urquiza lo llamó a su lado en calidad de secretario privado hasta que expiró su mandato presidencial. En 1860 fue Ministro de Guerra y Marina del presidente Derqui. En 1861 actuó nuevamente como Secretario de Guerra del General en Jefe del Ejército de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, asistiendo en ese carácter a la Batalla de Pavón. Posteriormente fue elegido senador nacional desde 1862 a 1870. En 1874 fue Vocal y Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación. En 1877 lo designaron Académico Titular de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
En 1880 al asumir la presidencia el general Julio A. Roca, es nombrado Ministro de Guerra y Marina, cargo que desempeñaba por segunda vez. Organizó las expediciones de la Armada a la Costa Patagónica, para el estudio de sus pueblos y fundación de sub-prefecturas, incluso en Tierra del Fuego e Isla de los Estados, donde fue establecido el primer faro en San Juan del Salvamento. En el año 1884 dirigió personalmente la campaña en el Chaco central y boreal. Adversario de la candidatura del Dr. Juárez Celman, renunció al Ministerio de Guerra y Marina el 11 de julio de 1885 para aceptar el nombramiento de ministro plenipotenciario y enviado extraordinario en la República Oriental del Uruguay. Terminada su gestión diplomática, Victorica reemplazó en setiembre de 1887 al Dr. José Benjamín Gorostiaga en el cargo de Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Ejerció su alta investidura hasta julio de 1892, en que se jubiló.
Al subir a la Presidencia de la República el Dr. Luis Sáenz Peña, el 12 de octubre de 1892, el general Victorica ocupó por tercera vez la cartera de Guerra y Marina, que sólo ejerció hasta el 6 de junio de 1893, fecha en que hizo renuncia del puesto. Luego fue diputado al Congreso Nacional desde 1902 hasta 1906. Terminada su gestión parlamentaria pasó tiempo después a formar parte del Directorio del Banco de la Nación, primera institución oficial de crédito que tiene el país.
Falleció en Buenos Aires el 27 de enero de 1913. Formó su hogar con Ana Urquiza y López, hija de Justo José de Urquiza, con la que contrajo matrimonio en Concepción del Uruguay el 19 de marzo de 1857.

Fuentes: Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1972) / Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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domingo, 24 de enero de 2016

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE POTRERILLOS

El día 25 de enero de 1817 una avanzada de 25 granaderos al mando del Teniente Francisco Aldao, carga al amanecer sobre una sólida posición realista en Potrerillos. Después de dos horas de intenso combate los españoles se repliegan y emprenden la retirada a través de la Cordillera.
El destacamento realista se encontraba apostado inmediatamente al Este de la posición, con un servicio de avanzada dispuesto delante de la misma. Descubierto el avance de los patriotas, los realistas se preparan para la lucha. A las 5:00 hs. de la mañana se abrió fuego de las guerrillas. Los patriotas avanzan audazmente y en perfecto orden. Marqueli ordena a la compañía del batallón de Chiloé que ocupe una altura avanzada inmediatamente al Norte de lo posición principal, mientras la guerrilla del Talavera se adelantaba hacia el camino real.En esta forma, el destacamento realista llegó a ocupar un ángulo obtuso, cuya ala Norte se apoyaba en la Quebrada de Las Cañas y la del Sur en las proximidades de la horqueta formada por los Ríos Vacas y Mendoza. El centro de la posición fue ocupada por el resto de la compañía del Talavera. Este dispositivo obedecía a las exigencias del terreno, pues, sólo así podían los realistas hacer converger sus fuegos hacia el camino de Las Vacas, que era por donde venían desembocando las fuerzas de Martínez. Los patriotas se desplegaron en guerrillas y se lanzaron al ataque bajo un nutrido fuego.
La guerrilla que atacó por el Norte logró rebasar el ala de la posición pivoteando luego sobre un cerrillo, consiguió flanquear a la compañía de Chiloé, que se defendía con un fuego intenso.
Vista esta posición por el Mayor Miguel Marqueli, ordenó que la guerrilla apostada de reserva detrás de ese flanco avanzara para sostener el ala. Así se hizo lográndose neutralizar con toda eficacia el envolvimiento que se diseñaba ya en el ala Norte.
La guerrilla patriota que atacó por el Sur logró rebasar, bordeando el Río, la posición enemiga y parapetándose detrás de grandes piedras comenzó un certero fuego sobre la misma, casi desde retaguardia, pero Marqueli, dominando la situación advirtió el peligro y ordenó a la guerrilla del Talavera que quedaba de reserva detrás de esa ala,, pasar a la otra margen del Río para batir a los patriotas por su flanco izquierdo, lo que se ejecutó rápida y oportunamente obligando a aquellos a desalojar la posición más fuerte alcanzada en el ataque. El avance de la guerrilla central fue también paralizado y advertido por Martínez recién entonces, que la fuerza enemiga era muy superior a la suya y que además, se estaban agotando las municiones, resolvió interrumpir el combate.
Después de dos horas y media de encarnizada lucha ordenó la retirada, la que se efectuó bajo el fuego del enemigo.
Los patriotas repasaron el Río de Las Vacas y sin mayores dificultades alcanzaron el Paramillo de Las Vacas, donde se detuvieron para defenderse si llegaban a ser atacados. Pero los realistas sólo se preocupaban de recoger a sus heridos y retirarse apresuradamente.
Es el primer caso que se registra en la historia: un enemigo triunfante que huye".

Fuente: "La Campaña de Los Andes" del Coronel Leopoldo Ornstein.

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sábado, 23 de enero de 2016

ANIVERSARIO DEL COPAMIENTO AL REGIMIENTO DE INFANTERIA MECANIZADO NRO. 3

El domingo 23 de enero de 1989, durante el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, una agrupación terrorista llamada Movimiento Todos por la Patria - MTP, comandada por Enrique Gorriaran Merlo, atacó el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 "General Belgrano" con asiento en La Tablada. Muchos de los integrantes de esta organización terrorista habían sido combatientes del PRT-ERP durante los años 70. Tiempo después se reagruparon y pretendieron atacar a la Nación nuevamente.
Estos 11 argentinos, junto con cientos de ciudadanos integrantes de las FFAA y FFSS impidieron su objetivo. Sus nombres están para siempre grabados en la historia reciente de los argentinos:

• Mayor Horacio Fernández Cutiellos
• Teniente Ricardo Alberto Rolón
• Sargento Audante Ricardo Raúl Esquivel
• Comisario Inspector Emilio García García (Policia Bonaerense)
• Sargento José Manuel Soria (Policia Bonaerense)
• Cabo 1º José Gustavo Albornoz
• Sargento Ramón Wladimiro Orué
• Soldado Héctor Cardozo
• Soldado Leonardo Martín Díaz
• Soldado Julio Domingo Grillo
• Soldado Roberto Tadeo Taddía

Ese y no otro, es el Ejército de San Martín, Belgrano y Güemes. Recordarlos y homenajearlos no es un delito, es Nuestro Deber y el de todos los Argentinos.
Para ellos y para todos los Argentinos que murieron por la Patria, aquí nuestro más sincero homenaje.

"Lo demando el honor y obedecieron,
lo requirio el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubicaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fiieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron."
“La vida no sirve para nada si uno no está dispuesto a entregarla por una causa grande, por un ideal alto”
P. Alberto Ezcurra

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viernes, 22 de enero de 2016

ANIVERSARIO DEL ATAQUE A LA GUARNICION MILITAR AZUL

En Azul, provincia de Buenos Aires, tienen su emplazamiento el Regimiento de Caballería de Tiradores Blindados 10 cuyo Jefe era el Coronel Camilo Arturo Gay y el Grupo de Artillería Blindado 1 a cargo del Teniente Coronel Jorge Ibarzábal. Ambos Cuarteles se hallan situados en una zona perimetral de la ciudad. A las 22:30 hs. del sábado 19 de enero de 1974, la Guarnición fue Atacada por la compañía "Héroes de Trelew" del ERP.
El asalto y copamiento se llevó a cabo de la siguiente manera:
A 200 metros de distancia de los fondos del Cuartel había una vivienda habitada por el Dr. Inza; fue copada por un grupo del ERP a las 20 horas.
Dicha casa sirvió como base de operaciones; allí concurrieron los otros grupos fuertemente armados.
A las 22:15 horas el primer grupo del ERP atacó por la parte posterior del Cuartel y tomó prisionero al Soldado Centinela, quien no logró dar la alarma a la Guardia de Prevención.
Por allí ingresaron tres grupos, de los cuales dos se dirigieron al interior del cuartel y un tercero denominado "Grupo Secuestro" se desplazó a las casas habitadas por los dos jefes de unidad.
Los primeros atacantes penetraron al Cuartel en plena oscuridad, asaltaron el local de la Guardia de Prevención y otros puestos.
Estaban armados con fusiles automáticos livianos y granadas antitanques.
Perdida la sorpresa, se inició el Combate con intenso intercambio de disparos.
Los subversivos no alcanzaron a controlar el Cuartel.
La resistencia principal al asalto, en un primer momento, estuvo a cargo de los Oficiales desde el Casino, desde un Puesto de Guardia dominante ubicado en el Tanque de Agua del Cuartel y desde un Vehículo Blindado de la Guardia.
Los subversivos hicieron ingresar tres camiones en los que debían cargar el armamento secuestrado.
Dos fueron destruidos por el fuego y el tercero optó por abandonar el Cuartel.
Pasada la confusión inicial, se pasó al Ataque contra los delincuentes por parte del personal de Oficiales y Suboficiales que concurrieron desde sus domicilios.
Algunos subversivos consiguieron escapar mientras que otros fueron rodeados, entre ellos parte del "Grupo Secuestro".
Cuando los subversivos se dirigian a la casa de los jefes, se encuentran con ellos en el camino.
El coronel Camilo Arturo Gay, estaba acompañado por su familia; al encontrarse con los guerrilleros es asesinado.
Mientras tanto el Teniente Coronel Jorge Ibarzábal cesa su resistencia ante la amenaza de los guerrilleros de asesinar a la familia de Gay y es introducido en un vehículo.
La familia del Coronel Gay es conducida hasta la herrería del cuartel, donde ejecutan a la señora delante de sus hijos.
Durante el combate resultó muerto el soldado Daniel González y gravemente herido el teniente 1ro. Carullo.
Los guerrilleros abandonaron tres muertos y un herido.
Mientras se desarrollaba la acción en el Cuartel, guerrilleros en motocicletas cortaron los accesos.
La mayoría de ellos logró escapar.
El relato de este hecho fue obtenido del libro "Guerra Revolucionaria en la Argentina (1959 – 1978)" del general de división Ramón Genaro Díaz Bessone, Círculo Militar, 3ra. Edición, Buenos Aires, 1996.
La decidida y rápida reacción de los Oficiales y Suboficiales de la Guarnición Militar que se encontraban en sus respectivos domicilios no permitió que el grupo terrorista ERP copara las dos Unidades Militares; desgraciadamente no se pudo evitar el secuestro del Teniente Coronel Ibarzábal, quien luego de 10 meses de calvario fue asesinado el 10 de noviembre de 1974.
El suplemento de la revista Estrella Roja, al iniciar el relato de los hechos, hace una descripción pormenorizada de los acontecimientos, con fotografías, planos y características de los cuarteles, lo que evidencia la minuciosa preparación del atentado.
También transcribe el llamado Plan Original de Operaciones, encabezado por los objetivos perseguidos:
Copamiento de una unidad militar importante.
Recuperación (léase robo) del armamento.
Apresamiento de los jefes de la unidad.
Asímismo, incluye el texto de un comunicado que dice:
Parte de Guerra N° 1
A las 22:30 del sábado 19 de enero, la Compañía Héroes de Trelew (reforzada) del Ejército Revolucionario del Pueblo realizó una incursión en la ciudad de Azul (Provincia de Buenos Aires) y atacó la guarnición del Ejército contrarrevolucionario establecido en esa ciudad, compuesta por el Regimiento 10 de Caballería Blindado y el Grupo 1 de Artillería Blindado.
Luego de tomada la Guardia Central y el Puesto N° 3, se generó una resistencia en dos centros secundarios de la Guardia (tanque y herrería) que hizo posible la intervención del resto del personal del Cuartel e imposibilitó su total copamiento.
Entablado el Combate, la Compañía Héroes de Trelew redobló sus esfuerzos y mantuvo la ofensiva durante una hora hasta que se comprobó la imposibilidad de doblegar la resistencia atrincherada de fuerzas superiores.
Un grupo especial de nuestra compañía guerrillera atacó simultáneamente el sector de viviendas de los jefes enemigos con el propósito de tomarlos prisioneros.
Tomó los puestos 6 y 7 e intimó la rendición del Cnl. Gay y el Tcnl. Ibarzábal, jefe y subjefe de la guarnición. Ibarzábal se resistió a balazos lo que provocó un tiroteo donde murió el Cnl. Gay y obligó a Ibarzábal a rendirse.
En la retirada, un grupo de compañeros quedaron aislados en campo enemigo y aún no ha sido posible determinar su suerte, aunque por el comunicado del enemigo es probable que dos de ellos hayan sido asesinados o muertos en combate.
El Ejército Revolucionario del Pueblo reafirma su decisión de continuar sin desmayos la verdadera lucha por la liberación nacional y social de nuestra Patria y de nuestro pueblo, por destruir el injusto sistema de explotación y opresión que sufren los trabajadores argentinos y una de cuyas principales fuerzas son las FF.AA. contrarrevolucionarias.
Ni el engaño ni la fuerza podrán doblegar la resistencia popular que continuará creciendo hasta convertirse en poderosa fuerza y barrer definitivamente de la Patria argentina a todos los explotadores y opresores.
¡Ninguna tregua al ejército opresor!
¡Ninguna tregua a las empresas explotadoras!
El buró político del PRT condecoró con la orden Héroes de Trelew a 28 de los guerrilleros que atacaron al cuartel de Azul, según lo publicó Estrella Roja del 11 de febrero de 1974
CAÍDOS DURANTE LOS HECHOS
Coronel CAMILO ARTURO GAY y su esposa ILDA IRMA CASAUX
El Coronel Gay nació en la provincia de Mendoza el 26 de abril de 1927.
Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 15 de febrero de 1946 y egresó como Subteniente del arma de Caballería el 14 de diciembre de 1948. Cursó la Escuela Superior de Guerra donde obtuvo el título de Oficial de Estado Mayor. Su último destino fue el de jefe del Regimiento de Caballería Blindado 10, con asiento en Azul (provincia de Buenos Aires) lugar donde fue asesinado por el autodenominado ERP el 19 de enero de 1974. Fue ascendido post mortem al grado de general de brigada. En esa circunstancia también fue asesinada su esposa, la señora Ilda Irma Cazaux, en presencia de sus dos hijos.
Teniente Coronel Jorge Roberto Ibarzábal
Nació en Pehuajó (provincia de Buenos Aires) el 28 de marzo de 1928. Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 1 de abril de 1947, egresó como Subteniente del arma de Artillería el 12 de diciembre de 1950. Cursó la Escuela Superior de Guerra graduándose como Oficial de Estado Mayor. Su último destino fue el de Jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, con asiento en la Guarnición Militar Azul, donde fuera secuestrado. Fue asesinado en circunstancias en que era transportado por sus captores el 19 de noviembre de 1974, luego de haber soportado en condiciones infrahumanas diez meses de sufrimiento. Estaba casado con la señora Nélida Teresa de Agreda y tuvo tres hijos. Fue ascendido post mortem al grado de coronel. El 19 de noviembre en la localidad de Quilmes, una patrulla control de ruta de la policía provincial advirtió a las 19:00 horas el paso de tres vehículos sospechosos (dos automóviles y una camioneta) que se desplazaban aparentemente en convoy. Al advertir el hecho, los efectivos policiales iniciaron la persecución de los citados vehículos, que ya habían emprendido la fuga. En esas circunstancias se produce la detención de la camioneta, y quien se encontraba a cargo de la misma extrajo un arma corta y efectuó un disparo al interior del armario metálico que transportaba en la caja del vehículo, arrojó el arma al suelo y se entregó con los brazos en alto, sin ofrecer resistencia.
Cuando los policías lo detuvieron, comprobaron que había dado muerte a un hombre que se encontraba dentro del armario aludido. Presentaba un impacto en pleno rostro y su fallecimiento se produjo en forma instantánea. Era el Teniente Coronel Ibarzábal. Su estado físico era deplorable, como consecuencia del prolongado encierro en las denominadas cárceles del pueblo, en las que se lo hacía rotar periódicamente para evitar su localización por las fuerzas del orden. El 17 de febrero de aquel año 1974, mediante un panfleto, el ERP hace saber a los medios de difusión que:
…habiendo tomado conocimiento que los dos subversivos reclamados fueron detenidos fuera del perímetro del C 10 (Regimiento de Caballería Blindado 10) donde actuó la Policía Federal y la Justicia Federal,… el estado mayor del Ejército Revolucionario del Pueblo resuelve:
Suspender la ejecución del Tcnl. Ibarzábal.…, se aplicará la justicia popular sin juicio sumario a la Policía Federal.
Las repercusiones periodísticas de este criminal hecho fueron publicadas, entre otros medios de comunicación social, por el diario Clarín, el cual después de relatarlo objetivamente expresó:
… El extremista… que tras consumar el crimen se entregó sin resistir, fue identificado más tarde como Sergio Gustavo Licowsky, polaco, de 23 años.
Prosigue la crónica de Clarín, y expresa:
…al efectuarse un reconocimiento de la camioneta donde sus captores transportaban al infortunado jefe militar, se comprobó que ésta se hallaba preparada como una verdadera cárcel móvil.
Durante su cautiverio era trasladado en dicho vehículo, de una a otra cárcel del pueblo para evitar ser descubiertos, manteniéndolo adormecido bajo los efectos de una droga.
En los primeros días de cautiverio, la organización terrorista había amenazado con la ejecución de Ibarzábal buscando la permuta por dos subversivos que creían detenidos, durante el asalto al cuartel.
Más adelante esa misma edición de Clarín señala:
Otro elemento que introdujo una mayor cuota de dramatismo a su cautiverio fueron las solicitadas que sus familiares publicaron periódicamente en busca de vías de comunicación con el cautivo y reclamando su libertad.
Ese escueto como dramático epistolario comenzó a hacerse habitual en los diarios porteños.
Otro apartado expresa:
Durante los diez meses que el teniente coronel Ibarzábal pasó en el poder de sus secuestradores, avisos como el que se reproduce se publicaron en varios diarios metropolitanos. Resultó un medio de comunicación utilizado por su familia para llevarle tranquilidad al militar asesinado.
Los avisos publicados tenían las siguientes características:
Para la organización declarada ilegal (lo fue por decreto del Poder Ejecutivo – Lastiri – N° 1453/73), Ibarzábal y el subdirector de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos de Villa María, mayor ingeniero Julio Argentino Larrabure, eran prisioneros.
Ello hacía guardar cierta esperanza respecto de la suerte que corrían en manos de sus captores.
El episodio de ayer –similar al protagonizado por los extremistas en el caso Oberdan Sallustro– constituyó una dolorosa comprobación, con la que se cierra otro sangriento capítulo de la acción extremista en la Argentina.
El 20 de noviembre de ese año, en un nuevo comunicado titulado Parte de Guerra, publicado en el Nº 45 de la revista Estrella Roja, el ERP reconoce la forma y autoría del asesinato diciendo en su primer párrafo:
Al pueblo
En el día de ayer, siendo las 19:30, aproximadamente, en el transcurso de un traslado de rutina del prisionero de guerra teniente coronel Ibarzábal, fue interceptado el vehículo en que se lo transportaba, por un control caminero de las fuerzas represivas, en la intersección de las avenidas San Martín y Donato Alvarez, en Francisco Solano, produciéndose un enfrentamiento que obligó a ajusticiar al detenido…
Soldado Daniel González Prestaba servicios en el RC Tir. Bl. 10.
Durante el ataque e intento de copamiento de la Guarnición Militar Azul (noche del 19 de enero de 1974) el citado soldado se encontraba apostado como Centinela en el puesto del Polígono de Tiro.
Por dicho lugar penetró la masa de los subversivos, pretendiendo copar las Unidades.
El soldado González fue muerto en una acción comando ejecutada por los extremistas, siendo la primera víctima del atentado.
Las repercusiones en los distintos sectores del quehacer nacional, inmediatamente después del intento de copamiento, fueron, entre otras:
Carta del presidente Juan Domingo Perón al personal militar de la Guarnición Azul:
Buenos Aires, 22 de enero de 1974.
Señores Jefes, Oficiales, Suboficiales y Soldados de la Guarnición Azul
S…/…D.
Como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y soldado experimentado luego de más de sesenta años de vida en la Institución, quiero llegar directamente a ustedes para expresarles mis felicitaciones por el heroico y leal comportamiento con que han afrontado el traicionero ataque de la noche del sábado 19 de enero de 1974.
Los ejemplos dados por los Jefes y Oficiales que han llegado hasta ofrendar sus vidas, tuvo la misma repercusión en los Suboficiales y Soldados que –con su valentía y espíritu de lucha- repelieron la agresión, con la colaboración de los Efectivos de la Armada y Fuerza Aérea.
Quiero asimismo hacerles presente que esta lucha en que estamos empeñados, es larga y requiere en consecuencia una estrategia sin tiempo.
El objetivo perseguido por estos grupos minoritarios es el pueblo argentino, y para ello llevan a cabo una agresión integral.
Por ello, sepan ustedes que en esta lucha no están solos, sino que es todo el pueblo que
está empeñado en exterminar este mal y será el accionar de todos el que impedirá que ocurran más agresiones y secuestros.
La estrategia integral que conducimos desde el Gobierno, nos lleva a actuar profundamente sobre las causas de la violencia y la subversión, quedando la lucha contra los efectos a cargo de toda la población, las Fuerzas Policiales y de Seguridad, y si es necesario de las Fuerzas Armadas.
Teniendo en nuestras manos las grandes banderas o causas que hasta el 25 de mayo de 1973 pudieron esgrimir, la decisión soberana de las grandes mayorías nacionales de protagonizar una revolución en paz y el repudio unánime de la ciudadanía, harán que el reducido número de psicópatas que va quedando, sea exterminado uno a uno para el bien de la República.
Vaya mi palabra de consuelo para los familiares que perdieron sus seres queridos, de aliento para los heridos y de esperanza para las familias del Coronel Gay y Teniente Coronel Ibarzábal.
Tengan la certeza que todo el poder del Estado está siendo empleado para lograr su liberación.
Quiera Dios que el heroico desempeño de todos ustedes nos sirva siempre de ejemplo.
Juan D. Perón
Presidente de la Nación
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