martes, 31 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL TENIENTE GENERAL JUAN ESTEBAN PEDERNERA

El 1 de febrero de 1886 fallece el Teniente General Juan Esteban Pedernera. Nacido en la Provincia de San Luis en 1796, formó parte del Ejército de los Andes, que restauró la libertad de Chile. Se halló en la toma de la ciudad de Lima, el 9 de julio de 1821; en el combate de Miranave, el 16 de febrero de 1825 recibió dos heridas graves. Restablecido, tomó parte de luchas internas en la Argentina, sirviendo a las órdenes del General José M. Paz contra los caudillos federales Bustos y Quiroga. Una vez preso Paz, emigró a Bolivia y luego al Perú. Regresó al país luego de la Batalla de Caseros.
Juan Esteban Pedernera nació en San José del Morro, hijo de Juan Esteban de Quiroga y Dominga Pedernera y Calderón.
En 1815 se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo de José de San Martín, con el que cruzó los Andes y actuó en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Bajo las órdenes de Marcos Balcarce participó en la segunda campaña al sur de Chile, combatiendo en la batalla de Bío Bío.
Hizo también la campaña del Perú, donde cayó en manos de los españoles y fue liberado en el Callao. Participó en las Campaña de puertos Intermedios, luchando Ica, Mirave, Torata, Moquegua y Zepita. En la huida tras el fracaso de la campaña, su barco fue tomado por corsarios españoles y fue llevado prisionero a la isla de Chiloé. Escapó algún tiempo después y regresó a la Argentina hacia 1826.
Al mando de un regimiento tomó parte en la guerra del Brasil, pero sólo después de la central batalla de Ituzaingó, por lo que estuvo casi inactivo.
A su regreso, apoyó la revolución de Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego, y fue uno de sus jefes de caballería en la batalla de Navarro, en la que fue ascendido a coronel. Luego se incorporó a la división del general José María Paz en su lucha contra Juan Bautista Bustos, luchando en las batallas de San Roque, La Tablada y Oncativo como jefe de una parte importante de la caballería.
Por orden del general Paz, incorporó a su regimiento — a la fuerza — a los soldados del caudillo federal derrotado, Juan Facundo Quiroga. Comandó una campaña por la sierra cordobesa, en que capturó y ejecutó a varios caudillejos federales, como los demás jefes de la represión de la resistencia federal.
Destinado a la frontera sudeste de Córdoba, en febrero de 1831 fue sorprendido por Ángel Pacheco en Fraile Muerto. Los soldados federales incorporados a su fuerza se pasaron al enemigo al principio de la batalla, y fue completamente derrotado. Tras la captura de Paz, siguió al general Lamadrid en su retirada a Tucumán, donde fueron derrotados en la batalla de La Ciudadela. En sus memorias, Lamadrid culpó a Pedernera de esa derrota, porque una maniobra inesperada suya causó el desbande de sus tropas. Emigró a Bolivia y Perú, donde le reconocieron sus antiguos servicios.
En 1840 regresó hacia La Rioja para luchar contra el gobierno de Rosas, enviado por la comisión argentina de emigrados antirrosistas, para ser el jefe de estado mayor del caudillo local Tomás Brizuela; éste lo ascendió al grado de general. Tras algunos desencuentros con Brizuela, se unió a las fuerzas del general Lavalle. Fue el jefe de la más importante división de caballería en la batalla de Famaillá, en que los unitarios fueron completamente derrotados. Acompañó a Lavalle hasta San Salvador de Jujuy, donde éste fue muerto por una partida federal, y se encargó del mando de las tropas que huían a Bolivia, llevando también el cadáver de Lavalle. En el camino, como el cuerpo comenzara a descomponerse, ordenó descarnarlo para huir con sus huesos hasta Potosí.
Regresó al Perú, incorporándose al ejército de ese país, con el grado de general. Permaneció allí trece años.
En 1855 fue electo senador nacional por San Luis en el Congreso de Paraná. Un año más tarde fue nombrado comandante de la División de Ejército Sur, con sede en San Luis. En diciembre de 1858, al conocerse el asesinato del general Nazario Benavídez, ocupó con sus tropas la provincia de San Juan y aseguró la intervención federal a esa provincia.
En 1859 fue elegido gobernador de su provincia; se dedicó casi exclusivamente a organizar fuerzas militares para defenderse contra la agresión del Estado de Buenos Aires. Participó en la batalla de Cepeda, que obligó a Buenos Aires a unirse al resto del país, en octubre de 1859. Formó parte de la comisión que firmó el Pacto de San José de Flores con el gobierno porteño.
Poco después fue elegido para integrar la fórmula presidencial como vice de Santiago Derqui, que derrotó a la unitaria de Mariano Fragueiro y Antonino Taboada el 6 de marzo de 1859. Asumió la vicepresidencia y debió reemplazar a Derqui en varias oportunidades; especialmente cuando éste se trasladó a Córdoba a dirigir la intervención y a preparar el ejército para el nuevo enfrentamiento con Buenos Aires.
Después de la derrota de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón, en 1861, y tras la defección de Urquiza, Derqui se retiró del país, dejando una carta que fue interpretada como su renuncia. Pedernera asumió como presidente, con la intención de convencer al ex presidente de enfrentar a los porteños. Pero todo fue en vano, y tras la derrota de Cañada de Gómez, declaró caduco el gobierno de la Confederación, dejando abierto el camino de Bartolomé Mitre al poder. Había sido presidente durante 38 días.
Se retiró a la vida privada en San Luis, y falleció en Buenos Aires el 1 de febrero de 1886. Sus restos están sepultados a los pies del imponente monumento ecuestre inaugurado en 1915, y que honra su figura en la Plaza Pedernera de la localidad de Villa Mercedes, en la Provincia de San Luis.
Según Carlos Pellegrini,
"Su voz ha enmudecido, pero la fama recoge su nombre y lo inscribe en la página inmortal que recuerda el de los padres de la patria. La lápida de su sepulcro es pequeña para contener el nombre de sus campañas y de los hechos de armas donde se distinguió por su valor."
En palabras de Adolfo Saldías,
"Perteneció a una generación de bronce que dejó por herencia medio mundo redimido por la libertad. A las generaciones que se sucedan no les será dado realizar evoluciones tan estupendas en el orden del progreso humano, pero sí hacerse digna de aquéllas manteniendo vivo en su espíritu el fuego sagrado de esa tradición humanitaria y progresista."

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lunes, 30 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CORONEL RUFINO ZADO RODRÍGUEZ

Nació en la provincia de Salta en el año 1792. Muy joven, en 1812, abandonó la carrera de las letras que había abrazado y se trasladó a Buenos Aires para incorporarse en el Regimiento de Granaderos a Caballo, en calidad de soldado raso.
Su primer campaña fue en el sitio de Montevideo, a donde marchó en mayo de 1813, en uno de los escuadrones de Granaderos, bajo el mando del comandante José Matías Zapiola, recibiendo su bautismo de fuego al pie de las murallas de aquella plaza. Perteneció a los que entraron vencedores en aquella ciudad, el 23 de junio del año 1814.
Tomó parte en la campaña llevada a cabo contra Artigas, hallándose en numerosos encuentros, en los que acreditó entre sus compañeros su arrojo e inteligencia, mereciendo sucesivamente los grados de cabo, sargento y alférez, este último con fecha 20 de noviembre de 1816.
En aquel entonces se organizaba en Mendoza el Ejército de los Andes, destinado a la empresa de libertar a Chile del yugo español. Allí se congregaron los cuatro escuadrones de Granaderos a Caballo, esto es, los dos que se encontraban en la Banda Oriental y los dos que estaban en el Ejército del Alto Perú. El alférez Zado marchó con ellos a aquel destino, a formar parte de las legiones del general San Martín.
En los dos años que Zado estuvo en el campamento del Plumerillo, perteneció a la compañía del teniente Juan Lavalle.
El 17 de enero de 1817 rompía la marcha el Ejército de los Andes, para atravesar la majestuosa cordillera, en cuya tarea se suceden algunos encuentros con los destacamentos españoles. Traspuesta aquella cadena montañosa, el 12 de febrero las armas de la Patria se coronaban de laureles en la Cuesta de Chacabuco. En esta batalla Lavalle y Zado, al frente de la 2ª Compañía del 4º Escuadrón, cargaron y acuchillaron a todo un batallón de infantería realista, persiguiéndolo hasta el centro de las fuerzas enemigas.
El alférez Zado formó parte de la división de las tres armas que a las órdenes del coronel Juan Gregorio de Las Heras marchó a combatir a los españoles al sur de Chile. Se halló en las acciones de Curapaligüe, el 4 de abril y del Cerrito del Gavilán, el 5 de mayo. A mediados de este mes, el general O’Higgins, que había asumido el comando de las fuerzas que operaban en las proximidades de Talcahuano, destacó de las fuerzas a sus órdenes una división volante de 300 hombres al mando del teniente coronel Ramón Freire, con la misión de ocupar la línea de fuertes de Arauco. En este destacamento marchó el alférez Zado, al frente de 50 granaderos escogidos. En el paso del río Carampangue se produce el ataque y rendición de las fortalezas de Santa Juana de los Angeles y Nacimiento. Zado hizo prodigios de valor a la cabeza de sus valientes Granaderos, siendo uno de los oficiales que más contribuyeron a la destrucción de los realistas en el sur de Chile. Tomo parte en una serie de encuentros que se produjeron en los alrededores de la plaza de Talcahuano, especialmente los días 7 de junio, en el camino de Penco a Concepción; el 2 de julio en las afueras de las murallas de Talcahuano, bajo el mando superior del coronel Las Heras; el día 5 de este mes, a las órdenes de Lavalle, en un combate contra un pelotón realista, al que derrotaron y quitaron los materiales que conducían; el 22 del mismo en la ofensiva contra la defensa de la plaza; en los combates de Arauco y Tubul, el 12 y el 25 de setiembre. Pero de todos estos encuentros, en el que más se distinguió el alférez Zado, fue en la recuperación de Arauco, mereciendo en el parte del comandante Freire, sobre el combate del 8 de julio, figurar en la forma siguiente:
“Tengo el honor…. a V.E. como hoy a las 6 de la mañana sorprendí al enemigo pasando con el piquete de Granaderos a Caballo al mando del teniente D. José María Boyl, y alguna infantería, a la grupa, por el vado mismo por donde él tenía sus trincheras a orillas del Carampangue. A pesar del vivo fuego de fusil y cañón que empezó a hacer desde ellas, les cargó sable en mano con la mayor bizarría dicho teniente hasta el extremo de desalojarlos, y tomarles las baterías, tanto que por su intrepidez lo hirieron gravemente con tres soldados más. La primera Compañía de la División de mi mando con su capitán, D. Francisco Xavier Molina, sostuvo el fuego, en tanto que los Granaderos cargaban y hasta que se reunieron las Compañías 2ª y 3ª al mando de sus comandantes Rencoret y Tenorio, que por mi orden habían quedado a la banda del Norte, haciendo fuego para proteger el tránsito de la demás tropa. La acción fue entonces más animada; por la gravedad de las heridas de Boyl, siguieron la carga con igual valentía el teniente D. Pedro Ramos y el alférez D. Rufino Zado del mismo Regimiento de Granaderos, hasta destrozar al enemigo y perderlos en los caminos extraviados que van hacia Valdivia. Se nos unieron entonces 48 hombres de los que se le dispersaron a Cienfuegos, que muchos días ha se hallaban ocultos en el monte. Constaba la fuerza enemiga de 40 a 50 fusileros e innumerables indios armados de lanza”.
Se halló en el memorable asalto de Talcahuano, en la madrugada del 6 de diciembre de 1817, acción en la que fue derribado su caballo por un casco de metralla, distinguiéndose al lado de su compañero de proezas, el capitán Lavalle. Reconcentrado el Ejército Unido en Chimbarongo, el 12 de marzo de 1818, Zado se halló en la sorpresa de Cancha Rayada, donde conjuntamente con Lavalle, lograron sacar intacta su compañía de Granaderos, la que se incorporó al día siguiente a la división del coronel Las Heras, salvada del desastre.
En los llanos de Maipo, los Granaderos a Caballo hicieron prodigios y a la compañía que mandaba el capitán Lavalle, de la que formaba parte Zado, correspondió el honor de tomar prisionero al coronel Morgado, uno de los jefes más distinguidos del ejército español, el que quiso entregar su espada al teniente Zado, que por ser de más edad que Lavalle, creyó ser el jefe; pero aquél le indicó que tal honor correspondía a su superior jerárquico. Por su actuación, el general San Martín lo propuso para teniente graduado, lo que se le otorgó con fecha 13 de mayo de 1818, pero con antigüedad del 15 de abril. El 14 de diciembre del mismo año obtenía su baja y absoluta separación del servicio, pasando a prestar servicios al ejército de Chile. El 16 de julio del mismo año había obtenido la efectividad de teniente de Granaderos a Caballo. A las órdenes del general Balcarce actuó en el sur de Chile y se halló en la batalla de Bío-Bío, en enero de 1819.
No compartió con Lavalle la lucha de la independencia del Perú, pues Zado marchó con el 4º Escuadrón de Granaderos a la frontera, en calidad de capitán, cuando el resto del famoso cuerpo se dirigió al Norte. En los años sucesivos, Zado figuró siempre en primera línea al lado del esforzado general Ramón Freire, hasta que elevado al rango de comandante, dirigió 500 hombres de caballería cuando en 1824 los patriotas iban a terminar por fin la cruzada emancipadora, despedazando en los alrededores de la ciudad de Talca a los últimos realistas que aún pisaban el territorio de los araucanos.
En esta acción, el comandante Zado tuvo su caballo derribado por el plomo enemigo en lo más recio del combate, quedando tendido en medio de las infanterías realistas, dislocada su columna vertebral y su cuerpo horrorosamente mutilado.
Pocas horas después fue recogido por sus compañeros vencedores y saludado coronel sobre el campo de batalla. Con posterioridad, durante el gobierno de Rosas, por Orden Superior se dispuso su alta en la Plana Mayor Activa del Ejército de la Provincia de Buenos Aires en las listas de diciembre de 1841 con anterioridad al 27 de diciembre de 1840, en las que revistó durante el resto del gobierno rosista.
Largos años estuvo radicado en el pueblo de San Fernando, en Chile. Posteriormente pasó a Buenos Aires, donde solicitó el 19 de noviembre de 1857 pasar al Cuerpo de Inválidos, lo que le fue concedido el 22 de enero de 1858 con medio sueldo de teniente coronel. Aquí le sorprendió la muerte el 31 de enero de 1871. Fue alcalde, juez de paz y comandante del Batallón Cívico de San Fernando.
El 19 de noviembre de 1857 revistaba como coronel graduado de infantería de línea en el Ejército de la Provincia de Buenos Aires, en la Plana Mayor Inactiva. El 3 de noviembre de 1868 fue reconocido como “Guerrero de la Independencia”, en cumplimiento a la ley del 24 de setiembre de aquel año. En 1818 había contraído enlace en San Fernando (Chile) con Ana Josefa Munita, hija de Martín José de Munita y de María Manuela Quesada; la que falleció el 8 de marzo de 1853, en aquel pueblo.
Fuentes: www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).


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domingo, 29 de enero de 2017

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE PICHEUTA

El combate de Picheuta fue un enfrentamiento que tuvo lugar en el marco del Cruce de los Andes realizado por el General José de San Martín, en la ruta que pasó por Uspallata.
El combate se celebró el 24 de enero de 1817. El coronel Juan Gregorio Las Heras se encontraba acampado en Uspallata cuando recibió un aviso de que una avanzada de 14 hombres fue sorprendida en Picheuta. Marco del Pont tenía 1.000 hombres en el Valle del Aconcagua y dispuso que un destacamento de 250 hombres avanzara por el camino de Uspallata, previo pasar la cumbre, e hiciera un reconocimiento a fin de recabar noticias ciertas sobre los movimientos de las tropas sanmartinianas. La vanguardia de este grupo, compuesta por 60 hombres, era la que había sorprendido a los soldados en Picheuta. 
De los 14 soldados se salvaron algunos que llevaron la noticia a Uspallata, donde estaba Las Heras. Inmediatamente envió al mayor Enrique Martinez con un piquete de 110 Granaderos a Caballo que alcanzaron a los españoles el 25 en Los Potrerillos. Allí se peleó durante más de 2 horas debiendo los españoles repasar la cumbre de la cordillera y llevar la noticia a Los Andes.
Enterado San Martín de lo ocurrido en Picheuta y Potrerillos envió al Mayor de Ingenieros Arcos con 200 hombres a que ocupara la garganta de Acupallas y se fortificara.
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sábado, 28 de enero de 2017

EL ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL SALUDO MILITAR

He aquí una de las expresiones más vibrantes del Espíritu Militar. El saludo militar, tal como hoy lo conocemos, debe su origen a varias versiones, de las que hemos escogido las que nos han parecido más convincentes, a la luz del rigor histórico. Entre ellas, tenemos la antigua, gentil y elegante costumbre de descubrirse o sacarse el sombrero ante una dama, o una persona de mayor jerarquía o edad, gesto acompañado normalmente por una inclinación de cabeza, una reverencia o un movimiento efectuado con gracia con el cubrecabeza. Esta costumbre perduró con diversas variantes hasta nuestros días, tanto en el ámbito civil como en el militar, a través del gesto masculino de descubrirse ante las damas, las personas conocidas, o con aquellas con las que se observen especiales muestras de respeto. También está aquella otra que vincula su origen a un antiguo gesto de los caballeros del medioevo, quienes durante las justas o lances “deportivos”, o llevados a cabo para limpiar el honor de alguna ofensa, acostumbraban antes del combate a levantar la celada del yelmo para mirar a los ojos al adversario, demostrando con ello la ausencia de temor, y al mismo tiempo, infundir, a la vez que demostrarle, respeto a aquél.
En el Ejército Español, institución a la que le debemos muchos de nuestros usos y costumbres tradicionales, el saludo militar tuvo también estos orígenes, pudiéndose observar hasta pasados los mediados del siglo pasado una total falta de uniformidad en las formas de efectuarlo. Existe iconografía de diferentes aspectos, épocas y autores, que nos muestran a militares saludándose de las más diversas formas: sacándose el sombrero, llevándose solamente la mano a él, o haciendo el gesto de sacarlo, pero sin llegar a hacerlo y todo esto, indistintamente con una u otra mano, entre otras formas.
Resulta curioso que en nuestra Armada [...] hasta 1880, el uso era saludar conforme al tradicional estilo civil, es decir, descubriéndose ante el superior, reteniendo la gorra o sombrero en la mano derecha. En ese año, con el arribo del acorazado ARA Almirante Brown, los oficiales de su Plana Mayor introdujeron la costumbre de no sacarse la gorra y solamente efectuar el intento de tocar la visera, deteniendo el saludo, como se había puesto en boga en la armada inglesa. La practicidad de este saludo, especialmente a bordo, hizo que de inmediato fuese adoptado reglamentariamente. Pese a ello, hacia 1898, aún existían viejos oficiales y suboficiales que saludaban descubriéndose en lugar de efectuar la, mal llamada, venia, ya que este término significa inclinar la cabeza como saludo o requerir por este medio permiso o autorización para hacer algo.
En todos los ejércitos del mundo existe el saludo militar, teniendo diversas manifestaciones de acuerdo al país o época de que se trate o, aún, de las circunstancias políticas por las que hayan atravesado. Así, entre los más curiosos, tenemos a los países de la esfera de influencia británica, que lo hacen mostrando la palma de la mano derecha, indicando con ello, que no se esconde nada cuando se saluda al superior. La misma forma de saludo tiene el ejército francés. El ejército polaco tiene un curioso saludo en el que los dedos anular y meñique, son sujetados por el pulgar de la mano derecha, llevándose a la sien los dedos índice y mayor pegados.
Existen otros en los que el gesto del saludo va al centro de la visera, como en el ejército italiano, y otras curiosas variedades de actitudes y movimientos, con las clásicas variantes personales que siempre aportan las modalidades personales. Podrían agregarse también aquellos que, al mismo tiempo que indicar una muestra de subordinación y respeto, demostraron alguna vez una forma de simbolismo o identificación política. Así recordamos, por ejemplo, al muy conocido saludo empleado durante la 2da Guerra Mundial por el partido nazi y por aquellos militares que lo integraban o por los que, sin serlo, se veían obligados por las circunstancias a efectuarlo. También, tenemos al singular saludo efectuado por las fuerzas republicanas y las Brigadas Internacionales, durante la terrible Guerra Civil Española, consistente en llevar el puño derecho cerrado a la misma sien.
Por último, podría incluirse entre estas formas de saludo, al empleado por los Boy Scouts. Esta organización internacional a la que desde su nacimiento adhirió nuestro país, a través de su introducción por parte del perito Francisco P. Moreno, fue creada por el general inglés Lord Robert Baden Powell, luego de las experiencias que recogiera durante su participación en la Guerra Anglo Bóer, en Sudáfrica, entre 1899 y 1902. En esa ocasión, y durante el sitio de la ciudad de Mafeking, reunió a un numeroso grupo de muchachos y adolescentes, a los que organizó como mensajeros y auxiliares, instruyéndolos en técnicas de supervivencia y desenvolvimiento en la jungla y en las sabanas de esa región, teniendo su formación un gran contenido militar, al que no escapaban las formalidades disciplinarias y protocolares.
Terminada la guerra y habiendo vuelto a Gran Bretaña, decidió volcar todos sus esfuerzos a transmitir sus experiencias a los jóvenes, a través de la organización de un movimiento dedicado a ellos para que practicaran actividades educativas, recreativas y de aventura, aprovechando todas las bondades y posibilidades que brinda la naturaleza.
Una larga serie de libros y folletos escritos por él fueron dando forma al scoutismo que, entre otras formalidades, adoptó un saludo particular, consistente en tomar el dedo meñique de la mano derecha con el pulgar, manteniendo unidos y en alto, los dedos índice, mayor y anular, significando con ello que el mayor protege siempre al menor, teniendo siempre por divisa, los tres principios de todo scout: Dios, Patria y Hogar.
Volviendo al saludo militar en nuestro Ejército, y tal como citáramos lo sucedido en nuestra Armada hacia fines del siglo pasado, no existían tampoco en él formalidades estrictas para todos los movimientos y manejos de orden cerrado. Esta actividad, más bien, era empleada como complemento del orden abierto o práctica de formaciones de combate en el terreno.
En efecto, resultaba muy importante el mecanizar muchos movimientos, para que en el momento del combate, el soldado no dudara y respondiera con precisión a las órdenes que se impartieran. Baste mencionar como dato curioso que hasta que aparecieron las armas de retrocarga y más tarde las de repetición, las voces de mando para cargar, apuntar y disparar los mosquetes de una compañía, hacían falta alrededor de dieciséis voces de mando consecutivas. En consecuencia, los aspectos relacionados con la uniformidad y precisión de los detalles protocolares, tales como llevar el paso, la presentación de armas y los saludos con o sin ellas, eran relativamente secundarios, o no estaban meticulosamente reglamentados, como sí lo estaban aquellas voces y movimientos más relacionados con la actividad de combate. 
Será en las postrimerías del siglo pasado, cuando nacían tanto el moderno Ejército como la Armada, de la mano de nuevas doctrinas importadas de la vieja Europa, cuando aparece el saludo militar tal como hoy lo conocemos. No obstante ello, es curioso ver en viejas fotografías de los años '20 y '30, cómo aún se observaban costumbres personales que escapaban de las formalidades prescriptas reglamentariamente.
En nuestros días, el reglamento de Orden Cerrado precisa con todo detalle las formas y oportunidades en que debe efectuarse el saludo militar. Se realiza de subalterno a superior, devolviéndolo éste de la misma manera, comprendiendo un profundo gesto en el que, junto con el ademán, se intercambian miradas que dicen “aquí estoy”, respondidas por un “cuente conmigo”, todo en una centésima de segundo. Esto es el saludo: un mensaje de mutua confianza y correspondencia. A pesar de ello, son innumerables y tragicómicos los errores en su ejecución que hemos cometido todos los que hemos pasado por las filas del Ejército.
Hoy nos encontramos con la novedad del saludo militar ejecutado sin cubrecabeza. Sin duda, fue pensado para mayor comodidad del personal que se desempeña en lugares cubiertos, como comandos, organismos y reparticiones administrativas, donde no se usa birrete, gorra u otro tipo de cubrecabeza. Esto resulta un verdadero per saltum a múltiples planillas de sanción (por saludar sin el cubrecabeza colocado), a la vez que un aggiornamento de las costumbres militares. Conservador, el personal militar acostumbrado a largos años del saludo clásico, no termina de adoptar la nueva modalidad y aún en los sitios mencionados, resulta rara su práctica.
A pesar de ello, cuando se llega a comprender el simple gesto del saludo en su profundo y magnífico significado y simbolismo, demuestra ante los ojos de todos el testimonio de la perennidad que une a los hombres que juntos sirven a la misma bandera. Lejos de marcar una dependencia, los subordinados dan testimonio orgulloso de la importancia que el saludo tiene y representa. Se convierte en una prueba de confianza y cohesión. Es el testimonio de la certeza que el oficial, el suboficial y el soldado se manifiestan para poder contar el uno con el otro. El saludo representa de tal manera, la camaradería militar y la fraternidad entre los hombres de armas.
Cualquiera sea la forma del saludo que se emplee, lejos de indicar servilismo, siempre ha implicado un profundo significado; una correspondencia entre subordinado y superior signada por el respeto mutuo, aquella relación, en definitiva, que en palabras de Ortega y Gasset, dicen que obedecer no es aguantar. Aguantar es envilecerse. Por el contrario, obedecer es estimar al que manda y seguirlo solidarizándose con él, bajo el ondeo de su bandera.
Fuente: Mayor (R) Sergio O. H. Toyos para Diario Soldados Digital enero 2010.- 
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viernes, 27 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL TENIENTE GENERAL NICOLÁS LEVALLE

Nació en Cicagna, Chiavari, provincia de Génova, Reino de Italia, el 6 de diciembre de 1840; siendo sus padres Lorenzo Lavalle y Benedicta Daneri (que sobrevivió a su hijo), ambos de nacionalidad italiana. A la edad de dos años vino a la República Argentina; ingresando al Ejército como aspirante el 10 de octubre de 1857 en la Academia Militar. Dos años después revista como tal en la 2º Compañía del 1er Escuadrón del Regimiento de Artillería Ligera.
Ascendió a portaestandarte de la brigada de plaza de la división de artillería, el 18 de febrero de 1859, asistiendo a la campaña de Cepeda bajo el mando directo del coronel Benito Nazar, hallándose en la batalla de aquel nombre, el 23 de octubre de igual año; y por su comportamiento en dicha campaña fue ascendido a alférez del Regimiento 1º de Artillería, el 10 de diciembre de 1859, perteneciendo al 1er escuadrón de dicho cuerpo. Se halló en el combate naval de San Nicolás, el 25 de octubre embarcado en el “Constitución” (Capitán Py), en el que sirvió como cabo de pieza; y en el sitio de Buenos Aires cubrió las calles de Potosí (actual Alsina) y Cevallos con una pieza y su dotación de artilleros.
El 31 de julio de 1861 fue ascendido a teniente 2º del mismo escuadrón, jerarquía con la cual tomó parte en la campaña de Pavón, siempre bajo el mando superior del general Mitre y el directo del coronel Nazar. Poco después pasó a prestar servicios al Batallón 4º de Infantería, cuerpo en el cual fue ascendido a teniente 1º, de la compañía de cazadores, el 27 de junio de 1862; y el 26 de noviembre del mismo año, a capitán de la 4ª compañía del batallón de referencia, con el que formó parte de la guarnición de la Frontera Norte de la provincia de Buenos Aires, con asiento en Rojas y en Junín. Permaneció en aquella línea fronteriza hasta el 19 de abril de 1865 en que marchó con su batallón a la campaña del Paraguay.
El capitán Levalle se incorporó en junio de 1865 con su batallón en Esquina, a las fuerzas destinadas a operar en el Paraguay, formando parte de la 2ª División “Buenos Aires”, interviniendo en la rendición de Uruguayana, el 18 de setiembre, por lo que fue condecorado con la medalla discernida por el Emperador del Brasil; habiendo recibido igualmente, la medalla oriental por la batalla de Yatay, librada el 17 del mes anterior. A comienzos de 1866 formaba parte de las fuerzas que se organizaban en el campamento de las Ensenaditas.
El Ejército argentino prosiguió su avance al Norte, para alistarse a invadir el territorio enemigo; asistiendo Levalle con inusitada bizarría al combate de Pehuajó o de los Corrales, el 31 de enero de 1866. En el campamento de las Ensenaditas, el 29 de marzo de este año, pasó al 2º Batallón de la División Buenos Aires mencionada, cuyo comando accidental y reorganización se le confió; cuerpo en el cual cruzó el Paraná por el Paso de la Patria, penetrando en el territorio paraguayo después de librar los combates de la Confluencia, los días 16 y 17 de abril.
Se halló en el combate de Estero Bellaco, el 2 de mayo; así como también en la sangrienta batalla de Tuyutí, el día 24 de igual mes, recibiendo los cordones de plata discernidos a los vencedores. Intervino en el combate de Boquerón, el 16 de julio y en el del Sauce, el 18 del mismo mes y año; donde recibió un balazo en una rodilla; y posteriormente, en el asalto de Curupaytí, el 22 de setiembre de 1866, por cuya participación recibió el escudo de plata otorgado por Ley a los asistentes a aquella cruenta jornada.
A principios de 1867, el general Paunero, con 4.000 hombres, debió abandonar los esteros paraguayos para ir a sofocar la rebelión que había estallado en el interior de la República Argentina; Levalle formó parte de aquella expedición, y se encontró en el combate del Portezuelo; y en la batalla de San Ignacio, el 1º de abril de 1867. Con el general Conesa tomó parte en la intervención a la provincia de Santa Fe, levantada en armas contra el gobernador Nicasio Oroño y en la sofocación de la rebelión que había estallado en Córdoba, el 19 de agosto de 1867, y que derrocó al gobernador Mateo J. Luque, encabezada por el famoso Simón Luengo, siendo repuesto a los diez días el gobernador depuesto. A principios de abril de 1868, regresó al Paraguay donde sofocó un conato de rebelión de su tropa con intrépida sangre fría.
Levalle fue promovido a sargento mayor graduado el 11 de enero de 1867, recibiendo la efectividad el 23 de abril de 1868, desempeñando (nombrado por O. G. del 10 de este último mes), las funciones de jefe accidental del batallón 5º de Infantería, cuya segundía ejercía en efectividad, cuerpo con el cual se encontró nuevamente en la álgida lucha en los esteros paraguayos, donde iba a cosechar laureles inmarcesibles que destacarían luminosamente su figura de soldado valeroso. Toma parte en los ataques a la fortaleza de Humaitá, iniciados el 15 de julio de 1868, operaciones que terminaron con la toma de aquel punto y con la rendición del jefe paraguayo, coronel Martínez, el 5 de agosto, juntamente con 1.300 hombres. Por su comportamiento en estas acciones, Levalle fue graduado teniente coronel el 15 de setiembre de 1868, grado cuya efectividad recibió el 1º de marzo de 1869, así como también, el comando en propiedad del 5º de Infantería. El 3 de agosto de 1868 se halló en el combate naval de las Canoas y otros parciales, con Rivas.
Tomó parte en la campaña de Pikiciry, a fines de 1868, interviniendo con un brillo inusitado, a la cabeza del 5º de Línea, en la segunda batalla de Itaivaté o Lomas Valentinas, el 27 de diciembre de aquel año, y en la rendición de Angostura, el 30 del mismo mes y año. Ocupada la capital paraguaya, Levalle quedó a cargo de su guarnición, hasta la terminación de la guerra. Se distinguió en la toma de Peribebuy, el 12 de agosto de 1869, y en otros encuentros postreros de tan cruenta campaña.
El teniente coronel Levalle fue herido en el combate del Sauce, el 16 de julio de 1866 y fuera de las condecoraciones que se han citado, que recibió en esta ruda campaña, deben agregarse las siguientes: medalla de honor por el asalto de Peribebuy; medalla de oro por la terminación de la campaña del Paraguay, discernida por los gobiernos argentino, oriental y brasileño y medalla de oro conferida por el mismo motivo, por la provincia de Buenos Aires.
De regreso del Paraguay, tomó parte en la campaña de Entre Ríos, realizada para sofocar el alzamiento del general López Jordán, en el año 1870, llegando a Paraná el 4 de mayo y tomando intervención en todas las acciones de guerra que se produjeron en aquella campaña. Asistió a la batalla del Sauce, el 20 de mayo de aquel año.
Cumplimentando órdenes del coronel Juan Ayala, el comandante Levalle sorprendió las fuerzas rebeldes del Diamante, el 23 de agosto de 1870, consiguiendo tomar un crecido número de prisioneros, entre éstos el doctor Juan Mantero, Ministro del gobierno de López Jordán y alguna cantidad de armamento. Permaneció en la zona de guerra hasta mayote 1871, en que regresó a Buenos Aires, pasando inmediatamente con el 5º de Infantería de guarnición al Fuerte General Paz; donde permaneció hasta que la nueva rebelión jordanista lo llamó para intervenir en la provincia de Entre Ríos. El 8 de marzo de 1872 se halló en el combate de San Carlos contra la indiada de Catriel.
El 4 de mayo de 1873 desembarca en Paraná con el 5º de Línea y combate a los 2.000 rebeldes, que a las órdenes del caudillo jordanista Exequiel Leiva acababa de poner cerco a la ciudad, obligándolos a huir, Levalle se fortificó en seguida para resistir a posibles ataques ulteriores. Efectivamente, el día 28 del mismo mes, los revolucionarios a las órdenes de Leiva, atacan violentamente la plaza, pero el jefe de la misma coronel Ayala, recibe bravamente a los asaltantes, que son rechazados, distinguiéndose el coronel Joaquín Viejobueno y el comandante Levalle en esta operación. El 26 de junio se halló en el combate de las Cuchillas. A principios de julio desembarcó con el batallón de su mando en el Diamante, derrotando y dispersando su guarnición.
El 2 de agosto del mismo año, Levalle se embarca en Paraná, en dos vapores y al día siguiente desembarca bajo el fuego de los jordanistas, en la ciudad de la Paz, de la que se posesiona después de vencer una fuerte resistencia; punto cuya defensa organizó, efectuando varias salidas en las que siempre derrotó a los rebeldes; permaneciendo allí hasta entregar la plaza a un jefe designado por Orden Superior, regresando Levalle a Paraná con los batallones 5º y 7º donde se organizaba el ejército de Gainza.
En la batalla de Don Gonzalo, librada el 9 de diciembre de 1873, el comandante Levalle fue herido pero no abandonó su batallón mientras duró la acción, en la que se distinguió por su incomparable valor, mandando la brigada compuesta por el 5º y el 7º de Infantería y 4 piezas de artillería. También se encontró en el combate del Talita, el día anterior contra la vanguardia jordanista.
Terminada la campaña regresó a Buenos Aires en julio de 1874 y con motivo de la revolución que estalló el 24 de setiembre, el teniente coronel Levalle salió a operar con el 5º de Línea, interviniendo activamente en la represión del movimiento y en la organización de las milicias de Chivilcoy y Mercedes, al Oeste y de San Vicente, al Sud y mandó la infantería del “Ejército del Oeste”; y al mando de 1.100 hombres, se incorporó a los coroneles Arias y Villegas, fuerzas que sorprendieron a los rebeldes en la jornada del 2 de diciembre en Junín, donde el general Mitre se entregó prisionero siendo ascendido Levalle a coronel “sobre el campo de batalla”, a propuesta del Ministro de la Guerra en campaña y con la fecha de aquella rendición.
Inmediatamente fue nombrado jefe de la frontera sud de Buenos Aires, con asiento en Blanca Grande y después en Fuerte Lavalle. El 14 de abril de 1876 partió de Blanca Grande en dirección a Carhué, punto, este último, que el coronel Levalle ocupó el 24 de abril de 1876, después de penosos encuentros con los salvajes, entre ellos el librado en las proximidades de la laguna de Paragüil, el 6 de marzo, en el que derrotó a la tribu de Juan José Catriel. En noviembre-diciembre del mismo año permaneció destacado en Fuerte General Paz. El 10 de enero del año siguiente atacó en sus propias tolderías de Chiloé, al cacique Namuncurá, consiguiendo el coronel Levalle matarle unos 400 indios, y obligándolo a ponerse en retirada hasta unas 20 leguas más al Oeste.
El 25 de noviembre de 1878, teniendo conocimiento de que Namuncurá se preparaba a efectuar una invasión al frente de 2.000 salvajes, el coronel Levalle salió en su busca y dio una batida general en una zona comprendida entre Guaminí, Carhué y Bahía Blanca, en sus frentes hasta el Colorado, recorriendo un trayecto de más de 250 leguas, sin dejar una sola toldería sin registrar. Se traban algunos combates y se logran muchas sorpresas, como la del 7 de diciembre, consiguiendo rescatar cautivos y haciendas productos del robo; en esta acción los indígenas tuvieron 50 muertos: 1 cacique, 3 capitanejos y 46 indios de lanza y 270 de chusma prisioneros; y todo el ganado que tenían las tribus de la Sierra de Lihué-Calel, que se componía de 1.000 vacunos, 80 caballos y 800 animales entre ovejas y cabras.
En la expedición al Río Negro, bajo el superior comando del general Roca, al año siguiente, el coronel Levalle mandó la 2º División. El 4 de setiembre de 1879 fue nombrado jefe de las fuerzas de Carhué, Puán, Guaminí, Trenque-Lauquén y Fuerte Argentino.
Acababa de llegar de Sur con aquella, cuando estalló el movimiento revolucionario del mes de junio de 1880. El día 20 de este mes, con su división, compuesta por los batallones 5º y 7º de Infantería, el Regimiento 6º de Caballería y dos piezas de montaña, con un efectivo de 650 hombres, se aproximó hasta el Puente de Barracas para efectuar un reconocimiento; empeñando a las 12 del día un violento combate contra los revolucionarios que defendían la ciudad y después de combatir hasta las cuatro y media de la tarde, el coronel Levalle se replegó sobre Lomas de Zamora por habérsele agotado las municiones. En esta acción murió violentamente el teniente coronel Apolinario de Ipola, “al pie del cañón que mandaba, casi entreverado con el enemigo”.
Por su comportamiento en esta campaña, Levalle fue promovido a coronel mayor el 9 de julio de 1880. El 20 de octubre de ese mismo año fue nombrado jefe de la 1ª División del Ejército, constituida por los cuerpos de la Capital y de la Chacarita. Al día siguiente, el Gobierno dispuso que el general José Octavio Olascoaga se hiciese cargo del mando de la línea de fronteras de la provincia, que había mandado Levalle.
Este permaneció al frente de la 1ª División, que guarnecía esta Capital hasta el 12 de octubre de 1886, fecha en que fue nombrado Ministro de Guerra y Marina; ya ostentando la jerarquía de general de división que le había sido conferida el 3 de noviembre de 1882. En los primeros meses de 1886 mandó las fuerzas del ejército que ocuparon la línea del Uruguay con motivo de la invasión de Arredondo al Estado Oriental, teniendo Levalle a sus órdenes, además, el transporte “Azopardo”.
Dejó el Ministerio el 7 de febrero de 1887 para ir a ocupar la Jefatura de E. M. G., que desempeñó hasta el 18 de abril de 1890, fecha esta última en que pasó nuevamente a ejercer el cargo de Ministro de la Guerra, que recibió el mismo día. Al producirse el movimiento revolucionario armado del 26 de julio de aquel año, Levalle obró con tal energía, que gracias a su valor y pericia, la subversión pudo ser dominada; a la cabeza de las fuerzas leales se apoderó del Parque de Artillería que se encontraba en manos de los rebeldes. Por su comportamiento en aquellas luctuosas jornadas, fue promovido a teniente general “sobre el campo de batalla”, con fecha 27 de aquel mes y año.
Continuó ejerciendo el ministerio hasta que terminó la presidencia del Dr. Carlos Pellegrini, el 12 de octubre de 1892. El 4 de noviembre del mismo año se le acordaron seis meses de licencia que se prorrogaron con otros tres más.
Con motivo de los sucesos revolucionarios de 1893, el 20 de setiembre de este año fue nombrado jefe de las fuerzas nacionales destacadas en Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja. Operó contra los sublevados que se hallaban en el Rosario.
El 11 de febrero de 1895 fue designado Presidente de la Junta Superior de Guerra hasta el 19 de mayo de 1897, en que fue nombrado por tercera vez para ejercer la cartera de Guerra y Marina, siendo el último que desempeñó el ministerio de las dos instituciones armadas. El 12 de octubre de 1898, al abandonar la presidencia el Dr. José Evaristo Uriburu, el general Levalle pasó a la “Lista de Oficiales Generales”:
El 11 de abril de 1901 se le acordó licencia para trasladarse a Europa en busca de un alivio a su salud cruelmente quebrantada, asignándosele en Acuerdo de Ministros 8.000 pesos oro sellado para atender los gastos de su cura. El 20 de abril zarpó en el vapor “Chili”, llegando a Burdeos, de donde se trasladó de inmediato a París, ingresando el 19 de mayo en la Maison de Sant Jean de Dieu, en donde fue operado al día siguiente del tumor que tenía en el labio inferior. Regresó a fines del mismo año y el 31 de diciembre era nombrado Jefe de la “Región de la Capital”. El 16 de enero de 1902 el general Levalle agradecía al ministro Riccheri su designación en los términos siguientes:
“Al contestar la nota de V. E. y manifestarle la expresión de mi profundo reconocimiento por los benévolos conceptos con que en ella me favorece, cúmpleme manifestarle, que no omitiré sacrificio alguno a fin de responder dignamente a la confianza depositada en mí, pidiéndole quiera ser intérprete de estos sentimientos acerca del Excmo. Sr. Presidente”.
Desgraciadamente la vida restante del General iba a ser breve, pues falleció en Buenos Aires el día 28 de enero de 1902, a la una y cincuenta y cinco de la tarde; decretando inmediatamente el Poder Ejecutivo bandera nacional a media asta los días 29 y 30.
Numerosos telegramas de los países de Sudamérica fueron una demostración palpable del prestigio que rodeaba a tan eminente soldado. La concurrencia a su sepelio y las numerosas notas de condolencia dirigidas a su viuda, Aurelia F. de Levalle, evidenciaron el hondo sentimiento público por su deceso.
Ostentó sobre su pecho: medalla por la toma de Corrientes; idem por la batalla de Yatay y toma de Uruguayana; cordones de Tuyutí y escudo de Curupaytí; medalla por la terminación de la guerra por la Argentina, Brasil y Uruguay y también de la provincia de Buenos Aires; y las acordadas del Río Negro y Los Andes.
Después de la revolución de 1880 con el coronel F. Bosch e Ingeniero del Parque, Sr, Nikelh, presidió la comisión que recibió el armamento y municiones pertenecientes a la provincia de Buenos Aires. El 24 de julio de 1881 fue elegido primer presidente del Círculo Militar, recientemente creado.
Levalle se casó en Buenos Aires, el 12 de mayo de 1865 con Aurelia Ferreira, porteña, de 21 años, hija de José Ferreira y Josefa Zeballa, ambos del país.
Un hijo de este matrimonio, Nicolás M. Levalle, falleció en Buenos Aires, el 21 de junio de 1888, a la edad de 29 años, ostentando la jerarquía de teniente coronel; habiendo ingresado al Colegio Militar, escalando rápidamente los grados por sus superiores méritos.

De numerosos militares argentinos quedaron gestos o expresiones que aseguraron su ingreso en la historia con recuerdos memorables.
El día 9 de diciembre de 1873 se libró, en la provincia de Entre Ríos, en las inmediaciones de un arroyo cerca de Nogoyá, la batalla que recibiera el nombre de Don Gonzalo (nombre del arroyo donde se produjo la acción) entre Unitarios y Federales. Esta tuvo por consecuencia la derrota del caudillo Ricardo López Jordán frente a las fuerzas nacionales, al mando del general Martín de Gainza.
El mayor Nicolás Levalle al mando del “5° de Fierro”, tenía orden de cargar al oponente. A punto de hacerlo, recibió la contraorden del general Gainza: Debía replegarse. Levalle la ignoró y continuó los aprestos.
El general despachó un ordenanza reiterando el parte, que el subordinado otra vez desoyó.
Impaciente, Gainza envía otro ayudante con una orden perentoria:
“Mayor Levalle, desista del ataque o le mando pegar cuatro tiros”.
Levalle vuelve a hacer oídos sordos, arremete al frente de sus hombres –eran infantes; en esa época, el jefe debía marchar montado– y recibe un disparo en la rodilla. Impávido, chorreando sangre, continúa la carga, que dura varias horas, y concluye por aplastar la resistencia de los adversarios. Al final, con el último aliento, se presentó al general Gainza:
“Señor, vengo a que me pegue los tres tiros que faltan; el cuarto me lo dieron en la batalla”.

Fuentes: Capitán Juan Norberto Rubio Larreta / Patricios de Vuelta de Obligado / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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jueves, 26 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA CONSTRUCCIÓN DE LÍNEAS TELEGRÁFICAS EN EL CHACO

La compañía de telegrafistas del 2º Batallón de Ingenieros partió de la ciudad de Azul hacia Buenos Aires, el 25 de enero de 1912, con la misión de construir líneas telegráficas y empalmarlas con las ya construidas por el Ministerio de Obras Públicas en el Chaco. La compañía de telegrafistas construyó el tramo comprendido entre Presidencia Roque Sáenz Peña, en Km. 173 del ferrocarril Barranqueras-Metán – Gran Guardia Lavalle y empalme con la ya construida por el Ministerio de Obras Públicas en Cnl Fontan y otro tramo comprendido entre Gran Guardia Lavalle, pasando por Fortín Wilde y finalizando en el Fortín Arenales. La compañía de telegrafistas construyó 340 Km. de líneas telegráficas en el corazón del Chaco. Una vez más en su historia, nuestro Ejército cumplía con su misión civilizadora, llevando los medios técnicos de comunicaciones a las más lejanas tierras, con sólo los precarios recursos de que entonces se disponía, pero demostrando sus hombres que poseían gran espíritu de trabajo y verdadera vocación de sacrificio, cuando se trataba de servir a los sagrados intereses de la Nación.

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miércoles, 25 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL DR. BENJAMÍN VICTORICA

Benjamín Victorica nació en Buenos Aires el 14 de setiembre de 1831, siendo sus padres, Bernardo Victorica, que desempeñó la Jefatura de Policía de la provincia de Buenos Aires por espacio de diez años durante el gobierno de Rosas; y Juana Josefa Vivanco. Se educó en el Colegio de los Jesuitas y en el Colegio Republicano de Buenos Aires. Se graduó en 1849 de doctor en jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires. Su tesis versó sobre “Los efectos del bloqueo”.
De 1849 a 1851 desempeño sus funciones de Oficial de la Asesoría del Gobierno y Auditoría General de Guerra y Marina. De 1851 al 52 actuó como secretario del General en Jefe de Vanguardia, Angel Pacheco, quien lo distinguió con su absoluta confianza. Con el grado de sargento mayor participó en el combate de los campos de Alvarez, el 31 de enero y en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Después de esta batalla Urquiza lo buscó y lo llamó a su lado como colaborador. El mismo ha narrado su primer encuentro con el entrerriano, en los días que Hilario Lagos sitiaba Buenos Aires: “Fueron el general Gerónimo Costa y el doctor Baldomero García los que me introdujeron a la relación con el general Urquiza. Habían ido a San Nicolás a visitarlo, y con motivo de la activa correspondencia que con ellos mantenía y que ellos comunicaban al general, informándole de la situación en que se encontraban las fuerzas de Lagos como la de Buenos Aires y tendencias políticas respectivas, el general los recomendó me escribiesen, indicándome que saliese a recibirlo a alguna distancia de Flores, pues deseaba antes de llegar, conversar conmigo e informarme suficientemente de algunas particularidades y de todo lo que él creyese necesario. Efectivamente, salí hasta el Puente de Márquez, encontrándolo en marcha, y siguiendo con él a caballo hasta Flores; durante esa marcha nada le quedó por saber de lo que deseaba instruirse. Desde el primer momento simpaticé con él, y me pareció que logré impresionarlo favorablemente. Me trató con suma afabilidad y se interesó en intimar relación conmigo, pues durante su permanencia en Flores me obligó a frecuentarlo, invitándome muchas veces a su mesa”.
“Apóstata maldito” habíale dicho a Urquiza en 1851, y las palabras se habían vuelto contra él en aquel verano de 1852, en que junto con Miguel Navarro Viola, Juan Agustín García, Juan del Campillo y otros, redactaban el periódico crítico-burlesco El Padre Castañeta, algunas de cuyas ediciones fueron secuestradas por el gobierno liberal.
En 1853 ocupó el cargo de Administrador de la Aduana Nacional, y al año siguiente, el de Oficial Mayor del Ministerio del Interior. Federalizado el territorio de Entre Ríos, ocupó en 1855 el juzgado de la instancia en lo criminal, civil y comercial. De 1856 a 1860, fue también diputado al Congreso Federal de Paraná como representante de Entre Ríos, y el general Urquiza lo llamó a su lado en calidad de secretario privado hasta que expiró su mandato presidencial. En 1860 fue Ministro de Guerra y Marina del presidente Derqui. En 1861 actuó nuevamente como Secretario de Guerra del General en Jefe del Ejército de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, asistiendo en ese carácter a la Batalla de Pavón. Posteriormente fue elegido senador nacional desde 1862 a 1870. En 1874 fue Vocal y Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación. En 1877 lo designaron Académico Titular de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
En 1880 al asumir la presidencia el general Julio A. Roca, es nombrado Ministro de Guerra y Marina, cargo que desempeñaba por segunda vez. Organizó las expediciones de la Armada a la Costa Patagónica, para el estudio de sus pueblos y fundación de sub-prefecturas, incluso en Tierra del Fuego e Isla de los Estados, donde fue establecido el primer faro en San Juan del Salvamento. En el año 1884 dirigió personalmente la campaña en el Chaco central y boreal. Adversario de la candidatura del Dr. Juárez Celman, renunció al Ministerio de Guerra y Marina el 11 de julio de 1885 para aceptar el nombramiento de ministro plenipotenciario y enviado extraordinario en la República Oriental del Uruguay. Terminada su gestión diplomática, Victorica reemplazó en setiembre de 1887 al Dr. José Benjamín Gorostiaga en el cargo de Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Ejerció su alta investidura hasta julio de 1892, en que se jubiló.
Al subir a la Presidencia de la República el Dr. Luis Sáenz Peña, el 12 de octubre de 1892, el general Victorica ocupó por tercera vez la cartera de Guerra y Marina, que sólo ejerció hasta el 6 de junio de 1893, fecha en que hizo renuncia del puesto. Luego fue diputado al Congreso Nacional desde 1902 hasta 1906. Terminada su gestión parlamentaria pasó tiempo después a formar parte del Directorio del Banco de la Nación, primera institución oficial de crédito que tiene el país.
Falleció en Buenos Aires el 27 de enero de 1913. Formó su hogar con Ana Urquiza y López, hija de Justo José de Urquiza, con la que contrajo matrimonio en Concepción del Uruguay el 19 de marzo de 1857.

Fuentes: Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1972) / Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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lunes, 23 de enero de 2017

ANIVERSARIO DEL COPAMIENTO AL REGIMIENTO DE INFANTERIA MECANIZADO NRO. 3

El domingo 23 de enero de 1989, durante el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, una agrupación terrorista llamada Movimiento Todos por la Patria - MTP, comandada por Enrique Gorriaran Merlo, atacó el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 "General Belgrano" con asiento en La Tablada. Muchos de los integrantes de esta organización terrorista habían sido combatientes del PRT-ERP durante los años 70. Tiempo después se reagruparon y pretendieron atacar a la Nación nuevamente.
Estos 11 argentinos, junto con cientos de ciudadanos integrantes de las FFAA y FFSS impidieron su objetivo. Sus nombres están para siempre grabados en la historia reciente de los argentinos:

• Mayor Horacio Fernández Cutiellos
• Teniente Ricardo Alberto Rolón
• Sargento Audante Ricardo Raúl Esquivel
• Comisario Inspector Emilio García García (Policia Bonaerense)
• Sargento José Manuel Soria (Policia Bonaerense)
• Cabo 1º José Gustavo Albornoz
• Sargento Ramón Wladimiro Orué
• Soldado Héctor Cardozo
• Soldado Leonardo Martín Díaz
• Soldado Julio Domingo Grillo
• Soldado Roberto Tadeo Taddía

Ese y no otro, es el Ejército de San Martín, Belgrano y Güemes. Recordarlos y homenajearlos no es un delito, es Nuestro Deber y el de todos los Argentinos.
Para ellos y para todos los Argentinos que murieron por la Patria, aquí nuestro más sincero homenaje.

"Lo demando el honor y obedecieron,
lo requirio el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubicaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fiieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron."
“La vida no sirve para nada si uno no está dispuesto a entregarla por una causa grande, por un ideal alto”
P. Alberto Ezcurra

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domingo, 22 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA CREACION DEL BATALLÓN DE INGENIEROS NRO. 9

En el proceso de reestructuración integral en que se encuentra abocado el EJERCITO ARGENTINO, los estudios realizados indican como conveniente optimizar el empleo de los recursos humanos, materiales y financieros disponibles. Dentro de la mencionada reestructuración, el Jefe de Estado Mayor General del Ejercito, Teniente General D MARTÍN ANTONIO BALZA, resuelve crear, a partir del 01 de Enero de 1993, el BATALLÓN DE INGENIEROS 9, por fusión de la COMPAÑÍA DE INGENIEROS 9 y la COMPAÑÍA DE INGENIEROS MECANIZADA 11.
El BATALLÓN DE INGENIEROS 9 tiene su asiento de paz en la localidad de Río Mayo, en la provincia del Chubut; en las instalaciones que ocupara el REGIMIENTO DE INFANTERÍA 37 y el ESCUADRÓN DE EXPLORACIÓN DE CABALLERÍA BLINDADO 9.
Los orígenes de la localidad se remontan a las campañas realizadas por el Teniente Coronel D JORGE LUIS FONTANA quien asumió sus funciones de gobernador del Chubut el 30 de Mayo de 1885. Durante ese invierno realizó reconocimientos por la costa para aclimatarse.
En Septiembre, JUAN MURRAY THOMAS que había insistido en una expedición hacia el Oeste, vuelve a insistir aprovechando la buena estación del año y que había reunido una buena cantidad de dinero
Esta vez, el Teniente Coronel FONTANA acepta y entregándole armas y munición, ordenó que se inicien los preparativos con suma urgencia.
La organización de la patrulla quedó a cargo de THOMAS y del Teniente GREGORIO MAYO, que fueron nombrados ayudante del gobernador. La expedición se llamó LOS RIFLEROS DEL CHUBUT.
El Teniente Coronel FONTANA le encarga al Teniente MAYO, a principios del año 1886, la exploración hacia el Sur para encontrar el río que los Tehuelches le llamaban Aayones (que en tehuelche significa: tierra de pantanos).
El Teniente se separa del resto de la expedición y se dirige hacia el Sur
hasta encontrar el curso de agua. Lo recorre en toda su longitud aguas abajo hasta llegar a la confluencia con el Río Senguer. En este lugar se encuentra con el Teniente Coronel FONTANA y éste en homenaje al primer hombre que lo exploró lo bautiza como Río Mayo.
En un pasado más reciente una de las subunidades que formaron el Batallón de Ingenieros 9, (Compañía de Ingenieros 9), tuvo una activa participación en la recuperación de nuestras Islas Malvinas, en donde se puso de manifiesto una vez más el espíritu del zapador, reflejado con una permanente actitud de superación de problemas de todo tipo y con un elevado espíritu de sacrificio.
En la actualidad, la unidad además de cumplir con sus funciones específicas lleva a cabo en forma permanente diversas actividades de apoyo a la comunidad que contribuyen a incermentar el acercamiento con la población.

PARTICIPACIÓN DE LA UNIDAD EN LA GUERRA DE LAS ISLAS MALVINAS .
Una de las Compañías que formaron al BATALLÓN DE INGENIEROS 9, se movilizó en oportunidad de las Operaciones del Atlántico Sur.
La COMPAÑÍA DE INGENIEROS 9 participó activamente en la recuperación de nuestras ISLAS MALVINAS.
Con la misión de ocupar y conquistar BAHIA ZORRO (FOX) en la ISLA GRAN MALVINA, llega al finalizar el 02 de Abril de 1982 a PUERTO ARGENTINO, desembarcando del ARA ALMIRANTE IRIZAR.
Siendo el 09 de Abril el Jefe de la Compañía Ingenieros 9 llega a la zona asignada y de inmediato cumple las siguientes actividades:
1. Por primera vez se iza la enseña Nacional en la Isla Gran Malvinas.
2. Registro y control de la población en Bahía Zorro (Fox) Este, y requisa de armas y medios de comunicación de largo alcance.
3. Reconocimiento de la posición de defensa.
4. Ordenes para la ocupación de la posición.

A partir del 14 de Abril, al conformarse la Fuerza de Tarea RECONQUISTA, la Subunidad
Entre el 14 y el 30 de Abril se ejecutan acciones de construcción de obras y abrigos, empleándose inclusive, medios de circunstancia para la construcción de obstáculos, interceptaciones, posiciones de cambio y simuladas.
Ya en mayo, especialmente durante la noche, el radar acusa frecuentemente la presencia de 2 ó 3 buques en el acceso a la bahía, de los cuales parecen desprenderse varios helicópteros.
Esto último se confirma en algunas oportunidades al escucharse ruidos de motores en sectores periféricos de la posición. Según pudo comprobarse después, en conversaciones con personal inglés, a estos les preocupaba sobremanera la existencia de posiciones en las cuales se habían simulado cañones de largo alcance que apuntan hacia el acceso de la bahía. Por esa razón no habían empleado sus Unidades navales para bombardear la zona. La Compañía de Ingenieros 9 durante el conflicto no tuvo bajas de personal.


Por su participación en esta operación, el Poder ejecutivo Nacional, por decreto número 22.767, confiere el carácter de Condecoración Nacional, a la distinción, Medalla “De Campaña”, que luce gallardamente su Bandera Nacional de Guerra.
De está forma se denota lo enraizada que está la Unidad, a pesar de ser de reciente creación, con la gesta de Malvinas y nuestra historia.
Fuente: http://www.brigadamecanizadaix.ejercito.mil.ar/

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sábado, 21 de enero de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX ESQUIVEL Y ALDAO

Nació en Mendoza el 11 de octubre de 1785 siendo sus padres, Francisco de Esquivel y Aldao, porteño (nacido el 23 de octubre de 1752), teniente coronel de los Reales Ejércitos, Comandante de Armas de la Campaña y de Mendoza y del Fuerte de San Carlos; y María del Carmen Anzorena, mendocina (hija del general Jacinto de Anzorena Ponce de León, Corregidor de Cuyo y de Catalina Nieto). Este segundo matrimonio del padre del general Aldao, tuvo lugar en Mendoza, el 21 de octubre de 1784.
Tomó los hábitos en el Convento de Predicadores de su ciudad natal, el 6 de junio de 1802, recibiendo las órdenes sagradas en Santiago de Chile en 1806, bajo el obispado del señor Morán y el patrocinio del padre domínico Velazco, quien le ayudó a celebrar su primera misa. Más adelante pasó a su provincia natal, donde se hallaba cuando el general San Martín empezó a organizar el Ejército de los Andes.
Fray José Félix Aldao fue dado de alta como capellán del Regimiento 11 de Infantería que mandaba el coronel Juan Gregorio de Las Heras; siendo el 2º capellán de la 1er columna expedicionaria que atravesó la Cordillera por el paso de Uspallata. Su alta en el ejército lleva fecha de 21 de enero de 1817.
En el combate de Guardia Vieja, el 4 de febrero de este mismo año, el novel capellán, vencido por los ardientes impulsos de su naturaleza y de sus pasiones dominantes, tomó parte en la pelea. Por su comportamiento en dicho combate, fue recomendado por Las Heras en el parte, por su brava conducta y por haber rendido personalmente un oficial real, expresando en él que, antes de marchar el destacamento al combate el fraile domínico Aldao le había pedido armarse de sable y tercerola y que durante el curso de la acción primero había empleado su fusil y después “cargó a sable sobre la fuga de los enemigos”, en cuyas circunstancias hizo prisionero al oficial enemigo, ya citado (Parte fechado en Juncalillo, el 5 de febrero de 1817).
Se batió con bizarría en la Cuesta de Chacabuco, el 12 de febrero del mismo año, conquistando honrosamente la medalla de plata que la Patria otorgó a los vencedores. San Martín decidió entonces incorporarlo en el Regimiento de Granaderos a Caballo con el grado de teniente que le fue otorgado con fecha 19 de febrero de 1817. Se encontró en las acciones de Curapaligüe y Cerro del Gavilán, Costa de San Vicente (10 de setiembre), combate del 29 de octubre y asalto de Talcahuano. Se halló en Cancha Rayada y en Maipú, vistiendo el honroso uniforme de aquel cuerpo, y en la persecución que siguió a esta última acción, el teniente Aldao alcanzó a un gigantesco granadero español que se habría paso a filo de sable por entre los enemigos suyos, y a cada golpe de su brazo armado echaba a rodar por tierra un cadáver de un soldado patriota. El teniente Aldao inmediatamente se lanza sobre él, y cuando los compañeros esperaban verle caer abierto en dos, lo ven parar el tremendo sablazo que le manda el granadero, hundirle enseguida y revolverle repetidas veces la espada hasta el puño, en el corazón. Mil vivas fueron la inmediata recompensa de su temerario arrojo. El 6 de julio de 1818 le fue acordado el cordón de Maipú.
Hizo la campaña al Sud de Chile después de Maipú y asistiendo al ataque de Chillán. Figura honrosamente en el parte del combate librado en Bío-Bío el 18 de enero de 1819 cerca de Los Angeles, en que tropas de los Regimientos de Granaderos y Cazadores a Caballo, bajo las órdenes del coronel Rudecindo Alvarado, batieron a los españoles completamente. Por sus merecimientos en esta campaña, Aldao fue promovido a teniente 1º de Granaderos a Caballo con fecha 23 de junio de 1819.
Formó parte de las legiones libertadoras que, bajo las órdenes de San Martín, partieron de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 rumbo a las costas del Perú, donde desembarcaban en la playa de Pisco el 8 de setiembre siguiente. Aldao ya ostentaba las presillas de capitán. Hizo la primera campaña a la Sierra, a las órdenes de Arenales, siendo inexacto que se hallara en la batalla de Pasco, como lo aseveran algunos biógrafos; Arenales organizó una pequeña división que confió al coronel Francisco Bermúdez y al ya sargento mayor Aldao, para que cubrieran la retaguardia del cuerpo expedicionario. La división fue organizada en Ica y operó a distancia considerable del cuerpo principal, lo que impedía una frecuente e íntima relación entre uno y otro agrupamiento. Mientras Arenales triunfaba completamente en Pasco, Bermúdez y Aldao se veían obligados a abandonar su posición, amenazados por fuerzas muy superiores, que operaban en la costa y la sierra. Se replegaron sobre esta última, buscando la incorporación al cuerpo principal, llegando hasta Huancayo, tenazmente perseguidos por fuerzas reales destacadas desde Lima bajo el comando del coronel Juan A. Prado, además de la hostilización constante por parte de los naturales. Pardo alcanzó a Bermúdez y Aldao el 26 de noviembre a 5 leguas de Ica, y en el choque les mató 14 hombres y les hirió 4, capturándoles 13 prisioneros. Fue en aquel punto que tuvieron noticias del triunfo de Pasco. Entonces Bermúdez y Aldao, desobedeciendo las órdenes de Arenales de replegarse a Jauja, evitando todo encuentro decisivo hasta reunirse con las demás fuerzas patriotas que operaban entre Tarma, Jauja y Pasco, para volver sobre los realistas que amagaban por la espalda, se pusieron resueltamente al frente de la insurrección indígena de Huancayo, logrando organizar una columna de 5.000 indios mal armados, a los que servía de base un escuadrón de caballería organizado por Aldao y un piquete de fusileros con tres piezas de artillería. Alcanzados por el brigadier Ricafort, en la pampa de Huancayo, con 1.300 hombres de las tres armas (29 de diciembre de 1820), fueron completamente derrotados, no obstante los prodigios de valor que realizó Aldao que se batió como un león, acreditando en esta acción sus excelentes cualidades militares. Con los restos de su pequeño escuadrón se replegó sobre Jauja, donde desavenido con Bermúdez, se puso a la cabeza de las fuerzas insurrectas de aquel valle auxiliado eficazmente por el coronel Francisco de Paula Otero, argentino, que gobernaba la región por mandato de San Martín. Aldao continuó su marcha hasta Tarma y se situó en Reyes decidido a sostenerse en el terreno mientras Ricafort descendía la cordillera por la quebrada de San Mateo, hostilizada su retaguardia por los indígenas y naturales del país. En enero de 1821, Aldao, a la cabeza de 260 hombres que había reunido, volvió a Tarma con el ánimo de renovar las hostilidades, recorriendo el valle de Jauja, reanimando la insurrección, situándose nuevamente en Huancayo y avanzando hasta Iscuchaca. En breves días logró reunir otros 5.000 bajo su estandarte de guerrillero, favorecido en sus gestiones por la propaganda de los curas patriotas de los pueblos de aquella comarca. Con esta fuerza a la que trató de darle un tinte de organización militar, ocupó los desfiladeros y las cabezas de puente del río Grande, cuya línea se propuso defender contra una división realista que comandaba el activo coronel José Carratalá, el cual siguió los pasos de Ricafort en lo referente a crueldades.
A pesar de la naturaleza de los elementos con que contaba Aldao pudo mantenerse en las posiciones conquistadas hasta la llegada del coronel Agustín Gamarra, a quien San Martín había conferido el título de comandante general de las fuerzas de la Sierra, a cuyas órdenes se puso el ex-capellán del Ejército de los Andes, el cual entregó a Gamarra dos cuerpos regimentados: “Granaderos a Caballo del Perú” y “Leales del Perú”, que fueron los primeros cuerpos de aquella nacionalidad organizados “para sustentar con las armas en la mano la independencia de la nueva nación”. Tan excelentes elementos se inutilizaron en las manos del jefe sin pericia que había tomado aquel comando. En diciembre de 1820 ascendió a sargento mayor y en 1822 a teniente coronel.
En la segunda campaña a la Sierra que dirigió el general Arenales, los restos de la división de Aldao desempeñaron el penoso servicio de vanguardia y al término de esta campaña, con las presillas de teniente coronel, bajó a Lima.
En 1823 resolvió separarse del ejército, habiendo obtenido despachos de coronel graduado el 7 de abril de aquel año. Vivamente apasionado de una joven limeña, Manuela Zárate, y con la cual no podía contraer enlace por sus condiciones de fraile apóstata la sedujo para que la acompañase a tierra extranjera. Aldao fijó su residencia en San Felipe de Aconcagua, donde se consagró al comercio, llevando una vida regular que en nada se diferenciaba de las de los demás vecinos. Pero el cura Espinosa, párroco de la localidad empezó a inquietarlo, amenazando hacerlo conducir a Santiago con una barra de grillos y entregarlo a la justicia del prelado de la orden a que había pertenecido. Esto decidió a Aldao a dirigirse con su compañera a su provincia natal, a la que llegó en 1824, estableciéndose en una hacienda apartada en la cual se dedicó a la industria con una inteligencia y una actividad que le hacen honor, y donde pudo dedicarse con tranquilidad a las atenciones de su familia formada en contra de los preceptos de la religión, pero que por su situación anormal no había podido hacerlo conforme a las leyes.
Una circunstancia especial lo arrancó de aquel apacible retiro: en la noche del 26 de julio de 1825, un motín encabezado por clérigos fanáticos dio por tierra con el gobierno que ejercía en San Juan el Dr. Salvador María del Carril, asumiendo su lugar un español llamado Plácido Fernández Maradona. Del Carril emigró a Mendoza acompañado por las familias más encumbradas de su provincia, recabando del gobierno mendocino auxilio para someter a los amotinados. Las fuerzas de Mendoza fueron puestas a las órdenes del coronel José Aldao, y con ellas marchó también José Félix Aldao, a quien se le dio el mando de la artillería e infantería, tropas con las que contribuyó a la victoria obtenida en Las Leñas, el 9 de setiembre de aquel año, en la que fueron completamente derrotados los perturbadores del orden, entrando los mendocinos en la capital sanjuanina bajo un diluvio de flores y los vivas entusiastas del pueblo.
Aquel hecho de armas, insignificante en sí, dio a los hermanos Aldao prestigio muy grande; les permitió arrancar a los vencidos mucho dinero, mediante el sistema de las contribuciones forzosas. Desde aquel instante la influencia política de Aldao empieza y se robustece día a día. En 1827 se le encomendó por el gobernador Corvalán, la formación de un escuadrón de Granaderos a Caballo, con el pretexto de guardar la frontera de Mendoza. Afiliado al principio al partido liberal, con Lavalle y Barcala había contribuido, el 28 de junio de 1824, al derrocamiento del gobernador Albino Gutiérrez. El 20 de octubre de 1828 derrotó en “Los Aucas” (Paso del río Diamante), algunas leguas más adentro del destruido fortín San Juan, avanzado a los de San Rafael y San Carlos, en un reñido combate, a los Pehuenches mandados por el cacique Goyco, muerto en la pelea, por lo que recibió Aldao una medalla de oro. Pero los sucesos de 1828 se precipitan y el partido unitario cae, y Aldao se entiende con Juan Facundo Quiroga. Al invadir este caudillo la provincia de Córdoba para ir en busca del general Paz, vencedor de Bustos en San Roque, Aldao se le incorporó con el regimiento llamado “Auxiliares de los Andes” fuerte de cuatro escuadrones, formado en Mendoza y sometido a la más rígida disciplina. En la batalla de La Tablada, librada el 22 y 23 de junio de 1829, los llaneros de La Rioja y los “Auxiliares de los Andes”, combatieron con sin igual bizarría, recibiendo el coronel Aldao una herida de bala en el pecho que le obligó a retirarse, haciéndolo con algunos cientos de hombres con los cuales tomó el camino de la provincia de San Luis, a donde fue a curarse y a preparar los elementos para una segunda invasión.
Producida en Mendoza, el 10 de agosto de 1829, la revolución que encabezó el coronel Juan Cornelio Moyano que derrocó al gobernador Juan Reje Corvalán colocando en su lugar al general Alvarado, el coronel Aldao, que convalecía de su grave herida en San Luis, se puso en marcha inmediatamente sobre su provincia natal operando en combinación con los generales Quiroga y José Benito Villafañe; siendo además poderosamente auxiliado por sus hermanos los coroneles José y Francisco Aldao que, depuestos y presos por Moyano habían sido dejados en libertad por el general Alvarado. Del 20 al 21 de agosto llegó José Félix Aldao a Corocorto (hoy Villa de la Paz) y el día 24 tuvo una entrevista con el general Alvarado en la posta de Las Catitas, en la que logró el primero infiltrar una peligrosa confianza en el último, sirviendo esto solamente para permitir a Aldao robustecer sus tropas.
Las fuerzas de Aldao se encontraron con los rebeldes en el Pilar, lugar distante 5 millas de Mendoza, combatiéndose las jornadas del 21 y del 22 de setiembre de 1829.
Aldao sabía que las municiones de sus adversarios debían agotarse después de un consumo tan elevado, y sus propios soldados se parapetaban detrás de murallas y tapias. Finalmente una comisión de sacerdotes se aproximó al lugar del combate, logrando una suspensión de hostilidades. Estando en vigor el armisticio, el coronel Francisco Aldao se trasladó al campo enemigo para parlamentar, pero inexplicablemente recibió un pistoletazo en pleno rostro que le cortó la palabra y el aliento, desplomándose sin vida.
De hecho, la misión pacificadora había fracasado de la peor manera. Ahora, la artillería del ejército agredido respondía el aleve ataque con fuego a granel. El combate se generalizó desatando un pandemonio de disparos a diestra y a siniestra, de jinetes topándose lanza en ristre, de soldados luchando cuerpo a cuerpo y, por cierto, de muertos, de muchos muertos. Las huestes de los Aldao, finalmente se impusieron por superioridad numérica y por bravura, derrotando de modo contundente a un adversario que no pudo superar el desconcierto que produjo el artero ataque sorpresivo. Pocas horas después, la ciudad de Mendoza caía en manos de los vencedores, completándose una etapa más de la prolongada guerra civil argentina.
Al enterarse el general Aldao de la muerte de su hermano, esta circunstancia lo acicateó para ejecutar a varios enemigos. De resultas de ella perdieron la vida: Francisco Narciso Laprida, el Presidente del Congreso de Tucumán; el doctor José María Salinas; el mayor Plácido Sosa; José María y Joaquín Villanueva; Luis Infante; 12 sargentos y cabos y 200 soldados. Moyano se refugió en casa de su primo Cornelio, pero éste tuvo miedo de protegerlo y lo entregó a Aldao. Fue sometido a consejo de guerra y condenado a muerte. Murió fusilado en Mendoza el 13 de octubre de 1829.
Jorge A. Calle, testigo y actor de esos mismos hechos, cuenta que Domingo Faustino Sarmiento, con el grado de teniente unitario, huye del combate y en su huida lo toma prisionero un negro de San Juan y lo entrega a un oficial.
La provincia de Mendoza quedó en manos de Facundo Quiroga y de José Félix Aldao.
El caudillo riojano se apresuró a reunir un nuevo ejército para ir a batir al vencedor de La Tablada; y a tal efecto penetra en la provincia de Córdoba en los primeros días de enero de 1830, haciéndolo por el sud, mientras que por la parte septentrional lo hace el general Villafañe al frente de 1.000 hombres. Aldao forma parte de las fuerzas de Quiroga en calidad de segundo jefe del ejército. Después de negociaciones que realiza Quiroga con el fin de ganar tiempo para la expedición de Villafañe, encargado de hacer levantar las montoneras cordobesas, Paz ataca al caudillo riojano en los campos de Oncativo o Laguna Larga, y desde el primer momento se impuso su táctica y su habilidad en la maniobra. Quiroga se vio obligado a huir, pero el coronel Aldao cayó prisionero como a 4 leguas del campo de batalla en el curso de una persecución que personalmente dirigió el vencedor. Aldao fue llevado prisionero a la ciudad de Córdoba.
El 10 de mayo de 1831 caía prisionero el general Paz de una división federal al mando de Francisco Reynafé. Su ejército pasó a las órdenes del general Lamadrid, el cual pocos días después iniciaba su marcha retrógrada al Norte, llevándose consigo al general Aldao. Vencido Lamadrid en la Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831 por Facundo Quiroga, los derrotados se llevaron consigo a Salta al general prisionero; pero el 2 de diciembre Quiroga firmaba con Nicolás Laguna un acuerdo por el cual el gobernador salteño, general Alvarado, ponía en libertad a Aldao, al mismo tiempo que daba cumplimiento a otras cláusulas impuestas por el vencedor. Aldao debió trasladarse momentáneamente a Bolivia en virtud de la condición que impusieron los unitarios para libertarlo. De regreso Aldao a su provincia natal, fue reconocido como General y abonados sus sueldos, computándolos desde que cayó prisionero en Oncativo, el 6 de mayo de 1832.
En el mes de setiembre ocupó la silla del gobierno mendocino el general Pedro Molina, y el 22 de aquel mes y año designaba éste a Aldao, comandante general de armas de la Provincia, cargo del cual tomó posesión el día 27. Cuando a comienzos del año siguiente se preparó la famosa expedición al Desierto, el general Aldao recibió el comando de la División Derecha que debía operar en la región de la Cordillera andina batiendo a los indios que se encontraban en el territorio comprendido entre los ríos Barrancos y Neuquén; avanzar hasta la confluencia de éste con el Limay y reunirse oportunamente con la Izquierda en las inmediaciones de Los Manzanos o nacientes del Río Negro.
Aldao al frente de dos batallones de infantería con tres piezas de artillería y dos regimientos de caballería de las provincias de Mendoza y San Juan, emprendió su marcha siguiendo por el río Diamante hasta el río Atuel, para dirigirse al Sur que lo conducía al río Barrancos y de aquí al Neuquén. Al llegar a Malalhué, supo que el general Huidobro (Jefe de la División del Centro), se dirigía a batir los indios Ranqueles de Yanquetrú. Creyendo Aldao y con razón, de que éstos una vez derrotados tratarían de dirigirse a la cordillera repasando el río Chandilevú que atraviesa esa parte de la pampa central donde estaban situados, el general Aldao giró hacia el Este, con la idea de ocupar los pasos de aquel río y concluir con los salvajes, para lo cual debió efectuar una larga y penosa travesía. El 17 de marzo de 1833 prosiguió su marcha a Iancael en dirección a Cochicó, punto que alcanzó el día 25; cuatro días después se dirigió a Salinitas, como a 5 leguas del vado del río y como éste no presentara paso, en la noche del 30 marchó con 400 hombres por la parte opuesta hasta llegar a lo de Yanquetruz, y ordenó al coronel Velazco que al oscurecer del 31 de marzo se dirigiese con su columna al paso Limay Mahuida; colocase la balsa y cargase a los indios que hubiese en la isla. Los indios, sorprendidos, se replegaron sobre las tolderías de Yanquetruz, sin aceptar combate. Perseguidos hasta allí, fueron completamente dispersados, dejando 250 prisioneros, 70 cautivos y 600 cabezas de ganado vacuno y lanar en manos de las tropas de Aldao, el cual hizo alto en aquel punto, agotados sus medios de movilidad completamente. Habiendo llegado hasta las márgenes del Colorado, tomó prisionero al cacique Borbón, al que había derrotado con sus 800 indios, y recuperó gran cantidad de artículos casi todos robados en los malones.
En 1835 el coronel Barcala meditaba un plan de conspiración contra el gobernador Molina, el cual instigado por Aldao, solicitó del gobierno de San Juan la entrega del odiado negro, quien sometido a un consejo de guerra, fue pasado por las armas en la plaza pública de Mendoza, el 1º de agosto de aquel año.
Declarado contra Rosas el gobernador Brizuela, de La Rioja, Aldao en combinación con Benevídez marchó sobre él. Ausente de Mendoza estalló en esta ciudad un movimiento revolucionario que derrocó al gobernador Justo Correas, el 4 de noviembre de 1840, a quien sucedió el general Pedro Molina. Hallándose Aldao el 9 de aquel mes en Las Vizcacheras a 10 leguas al norte de San Luis, tuvo conocimiento de lo ocurrido en la sede de su poderío, y a las 5:30 de la misma tarde se puso en marcha por caminos desusados y habiendo arribado al Alto Grande el 10, encontró un comisionado de los revoltosos, para celebrar una entrevista donde Aldao eligiese. Este contestó que la entrevista tendría lugar en Villanueva, a 12 leguas de Mendoza, y prosiguió su marcha vertiginosa, llegando al punto indicado donde dispersó un grupo de 700 hombres que los liberales habían reunido en El Retamo. El 14 llegaba a Mendoza; el 15 ocupaba la silla del gobierno; y el 19 aparecía un bando declarándose delegado del gobernador propietario Correas. El 16 de mayo de 1841 fue nombrado Aldao, a su vez, gobernador de Mendoza, pero sin ocupar el puesto hasta el año siguiente por haber salido a campaña. En efecto, se había dirigido desde Cometa, al frente de 2.700 hombres, para batir a Lavalle que se encontraba en La Rioja. En Machigasta, el 20 de mayo de 1841, Aldao batió completamente una columna al mando del coronel Acha; y el 20 de junio del mismo año, batía completamente a las fuerzas riojanas del general Brizuela quien murió en la acción por un pistoletazo disparado por el mayor Azis, jefe de uno de sus escuadrones. Después de este combate, Aldao se apostó con Benavídez en La Rioja, para estorbar el paso de las tropas de Lamadrid que descendían del Norte. En las inmediaciones de San Juan, campos de Angaco o El Albardón, el 16 de agosto Acha derrota a Aldao, quien se dirige luego hacia Olta. Acha se retiró hacia la ciudad de San Juan, pero el 19 de agosto era sorprendido en aquel punto y obligado a rendirse después de tres días de lucha. En la batalla del Rodeo del Medio, ganada el 24 de setiembre de 1841, por Pacheco, Aldao no tuvo ninguna intervención, pero aquella acción de guerra le devolvió el gobierno de Mendoza.
Luego de la batalla de Angaco, Aldao emprendió su viaje a Buenos Aires, a donde llegó el 16 de noviembre de 1841, siendo recibido con honores por Juan Manuel de Rosas. Permaneció en esta ciudad hasta el 5 de enero de 1842. Se recibió del gobierno de Mendoza el 19 de marzo del mismo año.
El general Aldao continuó gobernando su provincia hasta el día de su muerte, que acaeció el 19 de enero de 1845. Sus últimos meses de vida fueron crueles, pues había sido atacado por un cáncer en la cara, que lentamente le deterioraba la nariz y sus adyacencias. Rosas le mandó a uno de los mejores facultativos de Buenos Aires, su cuñado Miguel Rivera, con esta piadosa misiva: “Va mi hermano político el doctor don Miguel Rivera, profesor de crédito en medicina y cirugía… quedo rogando a Dios Nuestro Señor por su completa curación. Así lo espero de su infinita bondad”.
Llegando Rivera a Mendoza después de doce días de trajines, le comunicaba al cuñado el 24 de julio la situación del enfermo. Cinco días antes de su arribo, siendo ya insoportables los dolores, se había sometido Aldao a la intervención del doctor español Garviso. “El tumor, en mi opinión – explicaba Rivera a Rosas-, está formado en la membrana que cubre el hueso de la frente, de su parte media a la derecha y sobre la ceja derecha”. La extirpación había sido incompleta, con haber durado tres cuartos de hora la penosísima operación, que era menester reiterar. Esto fue el 28 de agosto. Rivera -conforme cercioraba a Rosas el ulterior 2 de setiembre- procedió a “la extirpación del resto del tumor que le había dejado Garviso”. La operación duró menos de dos minutos y medio. Y todo pronosticaba un éxito seguro. El enfermo ya se levantaba.
Hubo tercera intervención el 2 de octubre, con exiguos resultados. Una junta de médicos a fines de aquel mes dio negativo. El mismo Aldao lo comunicaba a Rosas el 30: “Dos comisionados del pueblo que habían asistido a dicha junta se dirigieron después “a mi para que arregle mi conciencia, que es decir que no hay que dudar de mi fallecimiento”. Haciendo un supremo esfuerzo –le expresaba- dicto esta carta para “despedirme del amigo más tierno, más querido en mi corazón, protestando que si los méritos de Jesucristo me llevan a la mansión celestial, desde allí no cesaré un momento de rogar a Dios Nuestro Señor por la conservación del Padre de la Patria Argentina y del más consecuente amigo. Adiós mi querido amigo, hasta la eternidad, si la Providencia por su infinita misericordia no dispone otra cosa”.
En el mismo tono iba la respuesta de Rosas del 15 de noviembre, recomendándole “la confianza en la divina Providencia. Dios es justo y su bondad infinita”.
Rivera no desesperaba todavía. Pero ya el 2 de enero del siguiente año él había perdido “las esperanzas de triunfar”. Así lo representaba a Rosas con estas importantes nuevas: “El general comenzó a hacer sus disposiciones religiosas el 21 del próximo pasado (diciembre). Se hizo poner bajo la ropa por el reverendo padre fray Dionisio Rodríguez el escapulario de la religión dominicana, y comenzó a confesarse. El 22 recibió (a) Su Majestad, y el 30 del mismo ha vuelto a repetirlo. Estos actos religiosos han llenado, Señor, de contento a todo el pueblo mendocino, y muy particularmente a los federales, que lo miran como un gran triunfo contra los salvajes unitarios, que creían que moriría apóstata uno de los campeones de la federación, y que hoy se hallan confundidos por la conversión voluntaria del señor General al seno de nuestra religión”.
Y ya el mal fue precipitando hasta el final desenlace a las seis y tres cuartos de la tarde del 19 de enero de 1845, según comunicaba Rivera a Rosas al siguiente día.
El gobernador delegado, doctor Celedonio Cuesta, que había desempeñado en su carácter de ministro, las funciones gubernamentales mientras Aldao sufría los crueles tormentos de su mal, le decretó los honores correspondientes a su alta investidura militar y civil, y su cadáver fue depositado en la iglesia asistiendo al acto numerosísima concurrencia.
Cumpliendo con su última voluntad fue enterrado con los hábitos de los padres dominicos y sus insignias militares.
Abierto su testamento, Aldao instituía por su heredero y sucesor a Pedro Pascual Segura, última voluntad suya que fue cumplida por sus comprovincianos.
Manuela Zárate, la hermosa limeña que lo acompañó desde el Perú, fue reemplazada con el correr de los años por Dolores Torres, con quien si bien no pudo legitimar su unión por las razones religiosas expuestas anteriormente, los hijos que tuvo de la misma llevaron el apellido de Aldao. Estos últimos fueron: José Félix, Dolores y Adolfo Aldao.
Por su actuación en el Perú recibió dos medallas de oro: una con el lema “Yo fui del Ejército Libertador” y la otra: “El valor es mi divisa” y en su reverso “A las partidas de guerrillas, 1º de octubre de 1822”.

Fuentes: Bataller, Juan Carlos – Laprida, ese ilustre ignorado. / Bruno, Cayetano – Creo en la vida eterna – Buenos Aires (1988). / Demarchi, Gustavo E. – Fatídica mezcla de impaciencia y alcohol desata masacre cuyana (1829) / Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Mircovich, Guillermo – Sarmiento: la novela de un prócer de cartón / Montiel Belmonte, Jorge – Documentación de su archivo personal / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

 
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